26 de enero | VIVO YO, PERO NO YO

26 de enero | VIVO YO, PERO NO YO

MEDITACIÓN DEL DÍA:
“Tengo que ser como una vela que arde, gasta la cera y luce hasta que muere. Los miembros gustan de unirse a su cabeza, el hierro al imán, y yo a Jesús deseo unirme en el Sacramento y en el cielo”

Propósitos del año 1870; en AEC p. 730

El P. Claret enfatiza la importancia del sacrificio de uno mismo para permanecer siempre unidos a Jesús. Para explicarlo hace uso del símbolo bien conocido de la vela encendida. Tú seguramente sabes muy bien que es regla común en la vida espiritual ir poco a poco muriendo a uno mismo.

Desde el plano meramente natural, todo ser humano es movido por las tendencias y deseos de su “ego”, esa zona ciega que necesita ser controlada por la mente y la voluntad. Todas las religiones reconocen que el “ego” y Dios no pueden convivir. Quien quiera crecer en su unión con Dios necesitará liberase progresivamente de su “ego”. Es lo que quiso enseñar Jesús con la expresión “niéguese a sí mismo” (Mc 8,34). El “ego” no tiene impresa la imagen de Dios. Es quizá lo que a veces S. Pablo designa con la palabra “carne”, que no se aviene con el plan de Dios, “ni siquiera puede” (Rm 8,7). El “ego” es un ídolo que quiere ocupar el lugar de Dios.

En cambio vivir según Dios es el camino de la autorrealización, ya que es retornar el “yo” originario, creado por Dios a su imagen. En la medida en que experimentamos más y más a Dios el “ego” se diluye y desaparece como la cera de la vela; vamos llegando al “ya no soy yo el que vive, sino Cristo quien vive en mi” (Gal 2,20). La cera comienza a disminuir a medida que la vela arde. Del mismo modo, a medida que la presencia de Dios nos va ocupando, el “ego” va siendo echado fuera.

El autovencimiento juega un papel esencial en este proceso: rompe el caparazón del “ego” y lo deja desprotegido. Por eso Jesús invita a cargar con la cruz. ¿Por dónde empezar? Todo comienza con el deseo de estar unido a Jesús. Claret habla de su sed insaciable de fusión con Jesús en el Santísimo Sacramento y en el cielo. Sed y deseo: son la puerta para hacia esa comunión con Él. Y es la llave de la puerta a la felicidad. ¿Suena como algo descabellado? Puede ser que lo pienses así. Pero la realidad es que nuestro ser interior está constituido de tal modo que su natural es unirse a lo divino. Quizá hayas fallado varias veces en escuchar sus silenciosas instigaciones a caminar hacia esa felicidad. ¡Pero puedes empezar otra vez ahora!