62. Primera multiplicación de los panes

62. Primera multiplicación de los panes

DESDE LA TERCERA PASCUA

14 de Nisán. Año 29, 18 de Abril

Tercer año del ministerio público de Jesús

Este año no sube Jesús a Jerusalén para la Pascua, sino que se queda en Cafarnaún y varios meses por Galilea, con un viaje breve a países vecinos extranjeros. Se presentará de improviso en la fiesta de los Tabernáculos y ya no dejará Judea hasta morir en la Pascua del año 30. Va a ser un año de grandes acontecimientos en la Vida de Jesucristo, por los enfrentamientos con las autoridades judías, por los milagros decisivos con que probará su misión, por parábolas y enseñanzas inolvidables.

 

No sabemos cuánto tiempo duró el viaje que Jesús hiciera a Jerusalén por la fiesta de los Tabernáculos del año 28, pero ahora, llegada la Pascua del 29, que este año cayó el 18 de abril, lo observamos en Cafarnaún y comarca con una actividad que fue muy intensa. Los Doce habían acabado su misión, a estas horas ya iban regresando y pronto se juntaron todos con el Maestro, el cual se preocupó seriamente por ellos:

-¿Están muy cansados, verdad? Vamos a retirarnos a un lugar solitario para descansar algo, ”porque eran muchos los que iban y venían de modo que no tenían tiempo ni para comer”, añade Marcos con su frase célebre. Y les mandó embarcarse hacia la parte nororiental del lago para tomarse un reposo necesario del todo.

 

Era un lugar muy adecuado. A la falda de la montaña se extendía una llanura, en aquellos días de primavera toda llena de verdor, territorio que no era de Herodes Antipas, el cual podía intentar con Jesús lo del Bautista, cerca de la ciudad de Betsaida Julias, la ciudad bellamente reconstruida por el pacífico Filipo. En fin, un lugar ideal para el proyectado reposo. Pero les salieron mal los cálculos. En Cafarnaún y lugares vecinos se había congregado un gentío enorme, que, al darse cuenta del viraje tomado por la barca, se trasladaron a la otra parte de la desembocadura del Jordán y formaron una multitud pocas veces vista, “porque veían los milagros que hacía con los enfermos”. “Subió Jesús al monte y allí se sentó con sus discípulos”. ¡Adiós planes de descanso!

 

Desde el monte veían mejor lo que les esperaba. “Vio Jesús una gran muchedumbre y se compadeció de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor”. Los apóstoles, muy sensatos, le aconsejaron a Jesús: “Mira que declina el día. Despídelos para que vayan a los campos y aldeas vecinas y compren algo para comer”.

-¿Y para qué van a ir ellos? Denles ustedes mismos de comer. Porque oye, Felipe, ¿no pueden ustedes comprar pan para que coman todos éstos?

 

Como vemos, Jesús se puso de buen humor, porque harto veía él que esto era imposible. E inició con los apóstoles un diálogo simpático con ese “denles ustedes de comer”.

-Sí, Maestro, Judas dice que en la bolsa no quedan más que doscientos denarios. ¿Y qué es eso para esta multitud, si no le tocaría a cada uno ni tan siquiera un bocadillo?

Ahora interviene Andrés con un despropósito:

-Aquí hay un muchacho que tiene cinco panecillos de cebada y dos pescados.

¡Qué gran cosa para aquella multitud!… Jesús deja de sonreír, y ordena con seriedad:

-Hagan que se sienten en la explanada los hombres por grupos de cien en cien y de cincuenta en cincuenta, sin contar sus mujeres y niños. Así sabremos cuántos hay.

 

¡Vaya espectáculo que se ofrecía desde la ladera del monte! Toma Jesús de la mano de Andrés aquellos cinco panes y los dos pescados, guardados en conserva salada o disecados al sol, con ellos en la mano levanta los ojos al cielo según la costumbre judía, los bendice, los parte y se los da a los apóstoles:

-¡Repartan!…

Comieron hasta hartarse cinco mil hombres. ¿Y cuántas mujeres más y cuántos niños? Mínimo el doble, por lo menos diez mil… Y da Jesús la orden:

-Para que nada se pierda recojan las sobras.

Y con las sobras llenaron doce canastos.

 

¿Reacción de la gente? No le gustó nada a Jesús. Nadie pensó en el “Profeta” de Dios a su pueblo, sino en lo que Jesús no quería:

-¡Este es el Mesías que nos viene a librar de los extranjeros! ¡Venga, lo agarramos y lo proclamamos rey!

Jesús se da cuenta. Despide seriamente al gentío, manda a los apóstoles que suban a la barca y la pasen a la parte occidental del lago, él se esconde y se sube al monte para pasarse la noche en oración. Semejante fue el “proyectado descanso” de aquel día, y que no dejó ni un momento para poder dormir.