Hemos visto que los doce Apóstoles aparecían hasta ahora trabajando muy poco con Jesús. Pero no estaban ociosos, ni mucho menos. Jesús esperaba el momento más oportuno para hacer con ellos la primera prueba. Por estos días, rodeaban a Jesús verdaderas multitudes, cosa fácil ante la densidad de población de Galilea, y Jesús por sí solo no podía llegar a todas partes. De aquí la exclamación que un día le salió del fondo del alma, como cuenta Mateo:
-Al ver a las gentes se compadeció de ellas, porque estaban extenuadas y caídas como ovejas sin pastor. Entonces dijo a sus discípulos: La mies es mucha, pero los obreros pocos. Rueguen, pues, al Señor de la mies que envíe trabajadores a sus campos.
Este lamento, válido para todos los tiempos y lugares, es de lo más tierno que leemos en todo el Evangelio. Pero entonces Jesús lo limitó a Palestina, y determinó mandar a los Doce, como un ensayo, a lo que habrían de hacer después por todo el mundo.
Ya habían trabajado los discípulos por su cuenta, aunque siempre bajo la supervisión del Maestro, pero ahora lo iban a hacer de manera mucho más amplia y con mayor responsabilidad. Distribuidos de dos en dos, Jesús les mandó que se desparramaran por todas partes, pero, como lo hacía Él mismo, sin internarse en Samaría ni en las regiones limítrofes paganas. Y habían de actuar como el mismo Jesús. De ahí, las principales recomendaciones.
*Ante todo, y como testimonio, vayan con la máxima pobreza, ni lleven nada ni quieran ni acepten nada, ni tan siquiera lo elemental que todo el mundo lleva para el camino, como ropa o calzado de repuesto. Ni comida, ni, mucho menos, dinero en el turbante o la faja para lo que pudiera ocurrir. Y no pierdan el tiempo deteniéndose en el camino conversando con el que encuentren, según es costumbre, ni se queden en las hosterías públicas, sino entren en el pueblo, elijan la casa de más confianza y permanezcan en ella hasta que se vayan acabada su misión.
*Hagan lo mismo que hago yo. Anuncien que el Reino de Dios está ya cerca. Unjan con aceite a enfermos y los curen. Resuciten muertos. Expulsen demonios.
*Y no tengan miedo, aunque sé que los envío como ovejas en
medio de lobos. Si un pueblo les recibe bien, la bendición de Dios descenderá sobre él. Y si les recibe mal, al salir de él sacudan hasta el polvo de sus sandalias sobre ellos, verán la que les espera el día del juicio.
Esto les dictó Jesús ahora al enviarlos por Palestina, aunque en el capitulo 10 de su evangelio añade Mateo todo lo que practicaban los apóstoles y evangelizadores después de la Ascensión de Jesús al Cielo, y válido para la Iglesia de todos los tiempos. Ahora se esparcieron los Doce de dos en dos en una misión que debió durar varias semanas, mientras Jesús se quedó por Cafarnaún y sus contornos con otros discípulos que no eran de los Doce.