56. Dormido en la barca hacia la Decápolis

56. Dormido en la barca hacia la Decápolis

No es exagerado el decir que Jesús estaba aguantando una actividad agotadora y el Día de las Parábolas lo acabó que no podía más. El grupito llevaba ya bastantes meses con un trabajo excesivo. Y la intención de Jesús pudo muy bien ser el tomarse todos un pequeño descanso fuera del territorio judío. 

Jesús mandó a los Doce montar en la barca y pasar al lado oriental del lago, en el que se levantó de repente una tempestad violenta promovida por un ventarrón venido del Hermón, que, sin previo aviso, se solía echar sobre el lago exponiendo a pique cualquier embarcación. Jesús, como no podía más con el cansancio, se duerme profundamente sobre un cabezal en la popa, hasta que lo remueven:

-¡Maestro, que nos hundimos!

Se despierta, y oye un grito de espanto:

-¿Es que no te importa que nos perdamos?

Y él, medio dormido todavía, lanza un grito:

-¡Calla! ¡Enmudece!

Y el mar se convierte en una balsa sin un rizo en el agua, mientras regaña a los miedosos discípulos:

-¿A qué viene ese miedo? ¿Es que no tienen fe, o qué?…

Varios de los Doce eran todavía bastante novatos con Jesús, y comentaban:

-Pues, ¿quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?

 

    Este hecho se ha tenido siempre como un signo de lo que es la Iglesia, con Pedro, con el Papa al timón. Parece que Jesús va dormido cuando la atacan tempestades furiosas, tal como ha ocurrido a lo largo de los siglos. Es una equivocación el pensar así.

Y lo mismo ocurre a nivel personal. Jesús nos ama mucho más de lo que nos imaginamos, y cuando nos parece que estamos solos por los graves problemas que se nos echan encima, es cuando Él está más al tanto de nosotros.