28 de diciembre | HACER SITIO A DIOS

28 de diciembre | HACER SITIO A DIOS

MEDITACIÓN DEL DÍA:
“Atended y mirad bien cómo Satanás ha derramado su último veneno sobre la sociedad; por esto vemos que el individuo y la sociedad entera se pierden por falta de luces y de virtudes; y nosotros estamos en la obligación de aplicar el eficaz y único remedio: que es Jesucristo, su doctrina, sus sacramentos y su sacrificio que es la misa, ya que Jesús es la luz que alumbra a todo hombre que viene a este mundo, como dice San Juan. A la falta de virtudes y a la corrupción de costumbres hemos de oponer la verdadera devoción a María Santísima”

Carta ascética… al presidente de uno de los coros de la Academia de San Miguel. Barcelona 1862, p. 50

 

En la conclusión de este librito, dirigido a los seglares, el P. Claret subraya que la situación social de su tiempo estaba ya envenenada por el secularismo incipiente. Éste, al no reconocer vínculo alguno entre Dios y lo creado, intentaba apartar a la sociedad de los valores evangélicos y de la visión transcendente de la vida. El efecto fue un enfriamiento en la vivencia cristiana que se hizo notar también en la vida social.
El P. Claret se ve obligado a advertir a la sociedad del peligro de este alejamiento de Dios. Por eso, anima a los seglares a vivir la presencia de Jesucristo a través de su contacto con la Palabra de Dios, los sacramentos, la Eucaristía, y con una espiritualidad mariana. Es muy consciente de la importancia del laicado en la re-cristianización de la sociedad. Serán ellos quienes encaren a fondo el desafío del secularismo, pues son ellos quienes más directamente padecen las lacras de un sistema que quiere borrar la presencia de Dios y los valores de su Reino.
Los remedios que Claret propone contra este peligro tienen valor sólo en la medida en que se interioricen. Vivir la presencia de lo divino en la sociedad implica la percepción de la imagen y la voz de Dios en cada persona y cada acontecimiento. Presentar su doctrina es vivir su evangelio, escuchando a Jesús como un discípulo a su maestro. Celebrar sus sacramentos no es cumplir escrupulosamente unos ritos, sino actualizar el efecto de la redención. Vivir la Eucaristía es identificarse con el sacrificio de Jesús, con su cuerpo partido por amor al Padre y a la humanidad. Y la auténtica devoción mariana -última propuesta de Claret- no es crecer en un devocionalismo piadoso, sino vivir una filiación amorosa, haciendo “todo lo que nos diga Él” (Jn 2,5), celebrando la vida con alegría en medio de nuestra lucha cotidiana por el Reino.
¿Cómo es tu vivencia de los sacramentos? ¿Son una obligación cumplida rutinariamente o una forma de armarte en tu lucha contra el poder del mal?