27. Ministerio en Judea

27. Ministerio en Judea

Un punto difícil para todos los historiadores de Jesús. Sabemos poco, y eso poco cuesta encuadrarlo topográfica y cronológicamente: dónde y cuándo sucedió. Se dividen las opiniones y hay que optar, por no haber nada seguro. Los hechos, sin embargo, son ciertos y sólo a ellos nos atenemos.

 

Pasaron los ocho días de las fiestas de Pascua, y Jesús, no fiándose de la disposición de los jerosolimitanos, “marchó con sus discípulos al territorio de Judea y habitaba allí con ellos y bautizaba”. ¿Dónde se estableció Jesús para este su primer ministerio? No lo sabemos. Algunos han insinuado que pudo recorrer el suroeste de Judea, como Ain Karin, la patria del Bautista, Belén, Hebrón… No hay dato alguno para afirmarlo. Pudo ser el terreno que le había preparado anteriormente Juan el Bautista, algún lugar en la cuenca del Jordán desde Jericó hacia el norte.

Aunque pudo ser también, y es muy probable, que fuera en la misma montaña dorsal de Judea, hacia Samaría a la altura de Siquén, y concretamente en los alrededores de Betel, donde había una gran fuente cuya agua llegaba a formar un estanque, apto incluso para bautizar, como lo van a hacer los discípulos.

Sea en el lugar que sea, el caso es que Jesús y sus discípulos demoraron en Judea el resto del año 27, es decir, desde después de la Pascua en Abril, hasta Diciembre o Enero del 28. Hay que tener en cuenta que Jesús decidió ir definitivamente a Galilea una vez que Juan el Bautista había sido arrestado y encarcelado.

 

¿Y qué hizo Jesús en estos meses? No los desaprovechó, como es natural, y desde el momento que sus discípulos bautizaban, porque no lo hacía él personalmente -y es de sentido común que Jesús se lo permitió, si no es que se lo mandó incluso-, hay que decir que predicaba y preparaba a las gentes, que acudían a él o las buscaba él mismo en sus ciudades y aldeas.

Muchos han pensado que ese bautismo de los discípulos de Jesús era ya el Sacramento del Bautismo cristiano. Está desechada por completo esta idea. Se puede pensar que era, como el bautismo de Juan, una demostración de arrepentimiento y de disposición para aceptar la doctrina del Maestro. No es nada improbable que Jesús subiera a Jerusalén en las fiestas de Pentecostés y de los Tabernáculos de aquel año 27, como lo hacían todos los judíos que estaban libres, y más hallándose ahora Jesús mucho más cerca de la ciudad. Hay que tener en cuenta ese su lamento “¡Cuántas veces!” que Jesús expresará más tarde, el cual indica subidas frecuentes a Jerusalén que no constan en los Evangelios.

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