23. De Cafarnaún a Jerusalén

23. De Cafarnaún a Jerusalén

Había acabado la fiesta de Caná y Juan nos da una nota muy precisa: “Después de esto bajó a Cafarnaún, él con su madre, sus hermanos y sus discípulos, y permaneció allí algunos días”. Nada más, pero tampoco menos. Porque nos coloca de repente en lo que va a ser el centro de la actividad evangelizadora de Jesús en los tres años que vienen. Aunque Jesús visitará por dos veces Nazaret, y será llamado “El Nazareno”, en realidad Nazaret ya no va a ser más que un recuerdo en su vida.

 

Ahora, Cafarnaún, “su ciudad”, como la llama Mateo. Y aunque un día Jesús dirá unas palabras muy fuertes contra ella, la va a amar entrañablemente y lo vamos a ver durante casi tres años recorriendo sus calles, enseñando y realizando milagros inolvidables.

 

Colocados en la llanura sureste de Galilea, vemos Cafarnaún a 5 kilómetros a la derecha de la desembocadura del Jordán en el lago y a 210 metros bajo el nivel del Mediterráneo, con un calor tremendo en verano. La Cafarnaún de Jesús desapareció prácticamente novecientos años después, convertida hacia el Siglo X en ruinas cubiertas de tierra.

 

Pero los Padres Franciscanos en nuestros días, en pleno Siglo XX, con audacia heroica compraron a los árabes los terrenos sobre los cuales pensaban había estado la ciudad antigua, comenzaron las excavaciones arqueológicas, y, sin haberlas acabado todavía, tenemos identificadas con toda seguridad las partes que más nos pueden interesar, como la gran sinagoga edificada sobre la antigua que frecuentó Jesús y, en especial, la auténtica casa de Pedro, que, natural de la cercana Betsaida, se había trasladado como pescador a Cafarnaún.

 

En esta casa tenía con toda seguridad a su suegra. Con lo grande que era, pues constituía un conjunto de viviendas que daban a un patio central, podía vivir incluso en ella Andrés su hermano. Y, cuando permaneciera en Cafarnaún Jesús, tener también su cuarto propio. Las ruinas de esa iglesia antiquísima muestran en un punto determinado un lugar especial de adoración, que debió ser esa habitación de Jesús.

Ese conjunto de casas unidas están en la segunda manzana cerca de la sinagoga y da a la calle principal, próximas a la orilla de lago. Muy interesante lo que ha aparecido de la casa, y se aprecia entonces lo que los evangelios narran de Jesús por lo acaecido allí, como la curación del paralítico en su camilla y descolgado por el techo, que era de ramas con argamasa de tierra y paja y al que se subía por una escalera exterior. Las paredes eran de piedra oscura de basalto y los pisos de las habitaciones de piedras sin labrar aglutinadas con tierra.

 

Todas las estancias daban al patio del centro donde se desarrollaba la vida durante el día. Ya al anochecer se encendía la lámpara de aceite, colocada sobre un mueble, para alumbrar a todos los del patio. También delante de la entrada principal se extiende una explanada que fue por lo visto aquella en que se amotinó la gente en la tarde de los primeros milagros de Jesús al salir de la sinagoga e ir a su casa.

 

Cafarnaún no era una ciudad grande, calculada entonces en unos 10.000 habitantes. Colindante con la tetrarquía de Filipo, a la otra orilla del Jordán, con muy buenas comunicaciones con toda Galilea y centro de mucha actividad comercial, tenía varias aduanas o puestos de cobradores de impuestos, los de los publicanos.

 

Jesús la escogía como centro de su actividad porque desde ella podía trasladarse con facilidad a las pocas ciudades y muchas aldeas de Galilea, aunque tuviera tan cercanas algunas importantes ciudades como, por ejemplo, Escitópolis, Tiberías, Séforis y otras, las cuales eran ciudades helenísticas con fuerte contingente judío. Jesús, que sepamos, no entró nunca en ellas durante su ministerio, porque “no había sido enviado sino a las ovejas de Israel”.

 

Hacia aquí venían ahora los del grupito llegado de Caná, y en la casa de Pedro se debieron hospedar por primera vez Jesús con su madre María. Fue una estancia breve, dice Juan, nada más para preparar la subida a Jerusalén por la primera Pascua; con ella quería Jesús empezar su actividad pública en el corazón mismo de Israel.