MEDITACIÓN DEL DÍA:
Aut 516
Hay muchas formas de anunciar el Evangelio. “Predicar” es una de ellas; y san Antonio Mª Claret lo hizo de forma incansable. Al ingresar como novicio en la Compañía de Jesús, siendo ya sacerdote, tuvo que presentar un informe de sí mismo; en él dice textualmente: “me agrada mucho oír confesiones y exhortar al pueblo, tanto que en estos ejercicios soy infatigable”. Él se cuenta entre aquellos obispos que dejaban los aspectos más burocráticos de su ministerio a sus colaboradores y privilegiaban la predicación y la presencia entre el pueblo.Quien ha recibido el Evangelio está llamado a ser testigo y mensajero de la “Buena Noticia” que a él se le ha concedido. Cada uno está llamado a serlo desde las distintas plataformas que le ofrece su propia vida: la familia, el trabajo, las relaciones con los amigos, la participación en grupos de diversa índole, el compromiso concreto en algunas actividades de la comunidad eclesial, etc. Lo importante es que la Buena Noticia de que Dios nos ama y de que es posible un mundo construido desde el amor se difunda y encuentre nuevas adhesiones en quienes están, precisamente, sedientos y hambrientos de amor y de justicia.¿Cuál es mi forma concreta de anunciar el Evangelio? No hacen falta las palabras que, a veces, nos resulta difícil encontrar o articular. El mensaje más elocuente se comunica con un estilo de vida, con el testimonio. “Evangelizar es la vocación de la Iglesia”, escribió Pablo VI en la exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi. “Evangelizar” es, pues, la vocación de cada uno de los discípulos de Jesús. “Evangelizar” es el esfuerzo por hacer llegar a las personas, a los pueblos y a sus culturas, a todo el mundo, aquel amor insondable de Dios que se hace palabra y gesto en las palabras y los gestos de quienes creemos en él. Y esto es posible a todos.