24 de septiembre | ENTENDER LA PALABRA

24 de septiembre | ENTENDER LA PALABRA

MEDITACIÓN DEL DÍA:
*212.- “En el día 24 de septiembre (…), el Señor me hizo entender aquello del Apoc[alipsis] 10,1: Vi también otro ángel valeroso bajar del cielo revestido de una nube (…); el cual tenía en su mano un libro abierto, y puso su pie derecho sobre el mar, y el izquierdo sobre la tierra (primero en su diócesis en la Isla de Cuba y después en las demás diócesis). Y dio un grande grito, a manera de un león cuando ruge. Y después que hubo gritado, siete truenos articularon sus voces. Aquí vienen los hijos de la Congregación del inmaculado Corazón de María…”

Aut 686

 

 

Hay hechos tan impactantes que se nos graban al detalle. Claret recuerda la fecha, pues en ella entendió unas palabras misteriosas que le rondaban, una visión del Apocalipsis que le venía quitando el sueño. Entender la Palabra es uno de los pasos para que la Biblia llegue a ser Palabra de Vida. Claret no se conforma con leer la Escritura, que lo hace y mucho, desde pequeño. Le da vueltas, la rumia, como María, hasta que se “encarna” también en él.
Y fue el Señor el que le hizo entender el pasaje del Apocalipsis. No deja de vivir la gracia de ser discípulo: está a la escucha; y el Señor, como a los discípulos de Emaús, le abre los ojos del corazón para que entienda las Escrituras. Pero ¿qué le hace entender el Señor? Claret comprende que el Señor le habla y le compromete; le envía a todo el mundo. En la visión del ángel valeroso ve y entiende la Congregación de Misioneros que ha fundado. Él y ella deben ser mensajeros de Dios, “ángeles”, que eso significa el vocablo; deben armarse de valentía, y de agilidad.
Tiene en sus manos un libro abierto: la Palabra que ilumina la historia para que sea transformada en el Reino de Dios. Los pies del mensajero señalan el espíritu universal que deben tener cuantos participen del carisma de Claret: abarca mar y tierra; el lugar donde se está y el impulso misionero de ir por todo el mundo.
Los Hijos del Inmaculado Corazón de María son: misioneros, itinerantes, disponibles, con sentido de universalidad. Y su palabra debe resonar con la fuerza del rugido del león y de siete truenos. Se hace oír, no pasa inadvertida; inquieta y despierta a quienes la oyen. Cuantos participan de la espiritualidad claretiana son servidores de la Palabra, que, como la lluvia, fecunda la tierra, da fruto, transforma, revitaliza. Claret alimenta su ser misionero escuchado la Palabra. Entenderla es dejarse modelar por ella, meterse en el querer de Dios.
¿Cómo leo yo la Palabra? ¿Puedo decir que el Señor me la hace entender? ¿En qué claves interpreto la Palabra? ¿Llega a hacerse vida en mí?