Viernes II de Pascua, feria
Laudes
Si Laudes es la primera oración del día se reza el Invitatorio
V/. -Señor, Ábreme los labios.
R/. -Y mi boca proclamará tu alabanza.
Invitatorio
Salmo 94: Invitación a la alabanza divina
Ant: Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
-se repite la antífona
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
-se repite la antífona
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
-se repite la antífona
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
-se repite la antífona
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
«Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.»»
-se repite la antífona
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Himno
Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.
«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,
los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!
Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»
Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.
Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa. Amén. Aleluya.
o bien:
¡Alegría!, ¡Alegría!, ¡Alegría!
La muerte, en huida,
ya va malherida.
Los sepulcros se quedan desiertos.
Decid a los muertos:
«¡Renace la Vida,
y la muerte ya va de vencida!»
Quien le lloró muerto
lo encontró en el huerto,
hortelano de rosas y olivos.
Decid a los vivos:
«¡Viole jardinero
quien le viera colgar del madero!»
Las puertas selladas
hoy son derribadas.
En el cielo se canta victoria.
Gritadle a la gloria
que hoy son asaltadas
por el hombre sus «muchas moradas».
o bien:
Cristo,
alegría del mundo,
resplandor de la gloria del Padre.
¡Bendita la mañana
que anuncia tu esplendor al universo!
En el día primero,
tu resurrección alegraba
el corazón del Padre.
En el día primero,
vio que todas las cosas eran buenas
porque participaban de tu gloria.
La mañana celebra
tu resurrección y se alegra
con claridad de Pascua.
Se levanta la tierra
como un joven discípulo en tu busca,
sabiendo que el sepulcro está vacío.
En la clara mañana,
tu sagrada luz se difunde
como una gracia nueva.
Que nosotros vivamos
como hijos de luz y no pequemos
contra la claridad de tu presencia.
o bien:
La noche y el alba, con su estrella fiel,
se gozan con Cristo, Señor de Israel,
con Cristo aliviado en el amanecer.
La vida y la muerte luchándose están.
Oh, qué maravilla de juego mortal,
Señor Jesucristo, qué buen capitán.
En él se redime todo pecado,
el árbol caído devuelve su flor,
oh santa mañana de resurrección.
Qué gozo de tierra, de aire y de mar,
qué muerte, qué vida, qué fiel despertar,
qué gran romería de la cristiandad. Amén.
Salmo 50: Misericordia, Dios mío
Ant: ¡Ánimo, hijo!, tus pecados están perdonados. Aleluya.
Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti sólo pequé,
cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón,
en el juicio resultarás inocente.
Mira, en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.
Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.
¡Líbrame de la sangre, oh Dios,
Dios, Salvador mío!,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú no lo desprecias.
Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: ¡Ánimo, hijo!, tus pecados están perdonados. Aleluya.
Habacuc 3, 2-4.13a.15-19: Juicio de Dios
Ant: Tú, Señor, has salido con Cristo a salvar a tu pueblo. Aleluya.
Señor, he oído tu fama,
me ha impresionado tu obra.
En medio de los años, realízala;
en medio de los años, manifiéstala;
en el terremoto, acuérdate de la misericordia.
El Señor viene de Temán;
el Santo, del monte Farán:
su resplandor eclipsa el cielo,
la tierra se llena de su alabanza;
su brillo es como el día,
su mano destella velando su poder.
Sales a salvar a tu pueblo,
a salvar a tu ungido;
pisas el mar con tus caballos,
revolviendo las aguas del océano.
Lo escuché y temblaron mis entrañas,
al oírlo se estremecieron mis labios;
me entró un escalofrío por los huesos,
vacilaban mis piernas al andar;
gimo ante el día de angustia
que sobreviene al pueblo que nos oprime.
Aunque la higuera no echa yemas
y las viñas no tienen fruto,
aunque el olivo olvida su aceituna
y los campos no dan cosechas,
aunque se acaben las ovejas del redil
y no quedan vacas en el establo,
yo exultaré con el Señor,
me gloriaré en Dios, mi salvador.
El Señor soberano es mi fuerza,
él me da piernas de gacela
y me hace caminar por las alturas.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Tú, Señor, has salido con Cristo a salvar a tu pueblo. Aleluya.
Salmo 147: Acción de gracias por la restauración de Jerusalén
Ant: Alaba a tu Dios, Sión, que ha puesto paz en tus fronteras. Aleluya.
Glorifica al Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti;
ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.
Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz;
manda la nieve como lana,
esparce la escarcha como ceniza;
hace caer el hielo como migajas
y con el frío congela las aguas;
envía una orden, y se derriten;
sopla su aliento, y corren.
Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Alaba a tu Dios, Sión, que ha puesto paz en tus fronteras. Aleluya.
Lectura
Hch 5,30-32
El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. La diestra de Dios lo exaltó, haciéndolo jefe y salvador, para otorgarle a Israel la conversión con el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen.
V/. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
R/. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
V/. El que por nosotros colgó del madero.
R/. Aleluya, aleluya.
V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
R/. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
Cántico Ev.
Ant: Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados. Aleluya.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados. Aleluya.
Preces
Dirijamos nuestra oración a Dios Padre, que por el Espíritu resucitó a Jesús de entre los muertos y vivificará también nuestros cuerpos mortales, y digámosle:
Vivifícanos, Señor, con tu Espíritu Santo
– Padre santo, tú que al resucitar a tu Hijo de entre los muertos manifestaste que habías aceptado su sacrificio,
acepta también la ofrenda de nuestro día y condúcenos a la plenitud de la vida.
– Bendice, Señor, las acciones de este día,
y ayúdanos a buscar en ellas tu gloria y el bien de nuestros hermanos.
– Que el trabajo de hoy sirva para la edificación de un mundo nuevo,
y nos conduzca también a tu reino eterno.
– Te pedimos, Señor, que nos hagas estar siempre solícitos del bien de los hombres,
y que nos ayudes a amarnos mutuamente.
Ya que Dios nos ha adoptado como hijos, oremos al Padre como nos enseñó el Señor:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
Final
Oh Dios, que, para librarnos del poder del enemigo, quisiste que tu Hijo muriera en la cruz, concédenos alcanzar la gracia de la resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.