MEDITACIÓN DEL DÍA:
Aut 114
“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque Dios me ha enviado a evangelizar a los pobres y a sanar los corazones afligidos”. En esas palabras del profeta Isaías, que recoge y se apropia el mismo Jesús según Lucas 4,18, entendió Claret que su misión consistía en proseguir la misión del profeta y la de Jesús. Y a esa misión fue fiel toda su vida, viviendo y predicando el Evangelio, tanto de palabra como por escrito, visitando a los enfermos y a los encarcelados, compartiendo con los pobres su propio sueldo, y promoviendo, a veces, diversas instituciones de ahorro y obras sociales.
Según los evangelios sinópticos, Jesús definió su misión como el anuncio y la práctica de la Buena Noticia del amor de Dios a los pobres, a los afligidos, a los marginados y a los pecadores. En el evangelio de Juan lo dice Jesús así: “Yo he venido para que todos tengan vida, y vida en abundancia” (Jn 10,10). Y en Mateo 25,31-46 se nos ofrece la elocuente parábola del juicio final, según la cual se nos juzgará por lo que hagamos o no hagamos con los hambrientos, sedientos, desnudos, enfermos, encarcelados…
Eso es lo que nos cuenta Claret que le hizo entender a él Señor. También en cada uno de nosotros habla y actúa el Espíritu, para que (cualquiera que sea nuestro estado de vida en la Iglesia) prosigamos la misión de Jesús de anunciar y practicar el amor del Dios de Jesús a los pobres, afligidos, marginados, hambrientos, desesperados y perdidos… Y esto es hoy tan esencial y urgente en la vida cristiana y humana, que se nos convierte en una pregunta muy personal:
¿Lo vas entendiendo? ¿Qué posibilidades tienes de practicarlo? ¿Lo haces?