MEDITACIÓN DEL DÍA:
Carta a un devoto del Corazón de María, en EC II, p. 1497s
Decirle a Claret que desean conocer y amar a María le pone enseguida la pluma en la mano y el fuego en el corazón. Porque él sabe muy bien la importancia de tener grandes y santos deseos para alcanzar una meta y poner los medios para conseguirla.
Una de las oraciones de la liturgia pide: “Para que puedas acceder a los deseos de los que te piden, hazles pedir aquellas cosas que son de tu agrado”. Sin duda que una de los deseos que llena de alegría al corazón de su Hijo, es pedirle que nos enseñe a querer a la Virgen Madre, como Él supo hacerlo. Creo que es auténtica la respuesta que dio a un devoto que estaba angustiado porque sentía sensiblemente mayor amor a María que a Él. Esta es la magnífica respuesta que retumbó en su corazón: “Eres tonto de remate. ¿Te piensas que vas a quererla más que yo?”. Y el devoto quedó contento y feliz.
Es una merced del Señor sentir grandes y santos deseos, nos avisa la Doctora Teresa de Jesús. Así que ya sabéis el camino para conocer y amar más al Corazón de María. Pedir la merced de desearlo mucho. Necesitamos su protección y aunque la madre cuida de su hijo, la llena de gozo profundo que su hijo la llame.
Hermosamente dice el Concilio: “Con su amor materno se cuida de los hermanos de su Hijo que todavía peregrinan…” (LG 62). Pero vamos a dar la alegría a su Corazón de llamarla y confiar plenamente en su ternura maternal: “A Ti llamamos los desterrados hijos de Eva… vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos”.
Una santa reciente, Santa Genoveva Torres, se entendía a sí misma así: “Yo me concibo siempre deseando”. Así que ya sabéis la tarea: grandes deseos.