MEDITACIÓN DEL DÍA:
Carta Ascética… al presidente de uno de los coros de la Academia de San Miguel. Barcelona 1862, p.34s
Para la Iglesia, el primer medio de evangelización es el testimonio de vida. El evangelizador es, en primer lugar, testigo del Evangelio, que es la vida y mensaje de Jesús revelador del Padre. Al apóstol se le invita a tener una vida entregada, sincera y enteramente, a Dios y al bien del prójimo, con un celo sin límites. San Antonio de Padua, Santo Patrón de Claret (Aut 102), cuya biografía le motivaba (cf. Aut 226), dice en uno de sus Sermones: “La palabra tiene fuerza cuando va acompañada de las obras. Cesen, por favor, las palabras, y sean las obras quienes hablen”.
La clave de este testimonio está, según Claret, en la buena y frecuente participación en la Eucaristía. Uniéndose a Cristo en el sacramento de su Cuerpo y Sangre, el cristiano se configura con Él, llega a vivir plenamente su vida, caracterizada por el amor oblativo, de entrega al bien de la humanidad, según el designio del Padre.
Este amor es la atmósfera que caracteriza la vida del servidor del Evangelio. Amor que le llevará no sólo a imitar a Cristo, sino a identificarse con Él. Su obrar y su pensar serán los mismos de Cristo. Se convertirá –como Jesús- en fiel cumplidor de la voluntad del Padre: que todos los hombres se salven y alcancen la verdad plena.
Todos debemos tener la profunda convicción de que el mayor servicio que podemos prestar a nuestros hermanos es la evangelización. Es el camino de transformación de la humanidad desde dentro, posibilitando el advenimiento de un hombre nuevo. El evangelizador es el testigo fiel del advenimiento del Reino, el instrumento válido para que todos tengan vida en Dios y la tengan abundante.
En estos momentos, ¿qué necesito reforzar en mi vida para que ella se convierta en testimonio creíble del mensaje de Jesús para las personas con las que me relaciono?