4 ORD B - CUARTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

4 ORD B - CUARTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Queridos hermanos y hermanas, feliz domingo. Que este día sea la oportunidad de dar gracias a Dios en familia por todos los beneficios recibidos.

En el Evangelio de este día se nos presenta a Jesús en los comienzos de su actividad mesiánica. Él está en la sinagoga de Cafarnaúm anunciando la Buena Noticia al Pueblo de Dios y su palabra atrae a la multitud. Predica con claridad, habla con sencillez de los misterios del Reino, y anuncia sin titubeos la libertad para los pobres. Jesús es un maestro popular, conocedor de las necesidades de la gente y, desde la sabiduría del amor, sabe hablar a todos de la cercanía del Padre y de la urgencia de convertirse de corazón para acoger la vida nueva que brota de la fe. En la palabra del Maestro de Galilea brilla una autoridad propia que nace del amor y la compasión. Por el contrario, los escribas y fariseos presumen de una autoridad aparentemente fundada en la Ley pero desconectada de la voluntad divina. Ellos se apegaron al cumplimiento ciego y pormenorizado de la ley, dejando de lado la dignidad de las personas. Convirtieron el código de la Alianza en un yugo pesado difícil de soportar, al punto de marginar a las mayorías de la salvación.

En la escena aparece gritando un hombre endemoniado. “¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios”, dice el poseído. Según la mentalidad de la época los espíritus inmundos acechan al ser humano para hacerlo entrar en el dominio de Satán. El antagonista de Dios dialoga con Jesús de manera irreverente alegando “conocerle”. El sentido de las palabras “sé quién eres” es un artilugio del maligno para someter al exorcista. Jesús calla al demonio, lo enmudece, hace caso omiso de sus palabras de encantamiento. El Mesías libera al ser humano y le restituye su dignidad de hijo de Dios; su palabra llena de autoridad es el signo eficaz de la intervención divina en la realidad humana sometida a la maldad.

¡Cuánto nos hace falta a los cristianos hablar con autoridad como lo hace Jesús! Solemos vivir de apariencias, de la “buena fama”, de los halagos de los demás, pero descaradamente lejos de la voluntad de Dios. En el hogar se suele reclamar una autoridad basada en la fuerza, pero no en el amor. Debemos recuperar, para bien de las nuevas generaciones, la autoridad del amor. Desde la palabra de Jesús la relación matrimonial se fundamentará en la entrega mutua, y la autoridad de los padres se realizará no desde “el dominio” sino desde la comunicación y enseñanza de la libertad. Permitamos que Dios nos inspire a vivir según su sabiduría nuestras relaciones. Este es el tiempo oportuno.

Cordialmente, P. Freddy Ramírez Bolaños, cmf.