34. La pesca milagrosa

34. La pesca milagrosa

Comienza la evangelización

Y vinieron las consecuencias. Amanece el día siguiente, y Jesús que no estaba en casa, “porque, muy de noche todavía, se levantó, salió y se fue a un lugar solitario y allí hacía oración”. ¡A buscarlo!…

Simón y sus compañeros le dicen cuando lo encuentran:

-Todo el mundo te está buscando.

Y ahora los tres evangelios sinópticos compendian en unas palabras del mismo Jesús lo que van a ser los dos años que vienen:

-Vamos a otro sitio, a las aldeas vecinas, para predicar también allí, porque para esto he venido.Y se fue predicando en sus sinagogas por toda Galilea y arrojando a los demonios.

 

La pesca milagrosa

Después de esa excursión primera, regresa a Cafarnaún. Era inútil querer escaparse de la gente para descansar un poco. Ve dos barcas en la orilla del lago, se sube en la que era de Pedro, manda alejarla un poco de la multitud, y desde ella les habla gozoso a la turba.

Hoy sabemos cómo eran aquellas barcas del lago. En el kibutz Ginosar de Israel, a 300 metros de Mágdala, en la costa occidental del lago, el año 1986 apareció una de cedro y roble, medio sepultada con fango, ciertamente de los mismos días de Jesús, conservada hasta nuestros días, de 8’20 metros de larga por 2’3 de ancha y 1’2 de altura, con algunos utensilios de cocina y lámparas de aceite, de las usadas para la pesca y con capacidad para transportar quince personas. Sólo para ella se le ha construido un debido museo.

 

Lo que sigue es un mismo hecho que el narrado antes cuando la vocación de los cuatro primeros discípulos, aunque Lucas acertadamente ha unido las dos escenas. Cuando acaba, le ordena a Simón:

-Rema mar adentro, y lanza las redes para pescar.

-¿Pescar hoy, Maestro? ¿Y a estas horas, en pleno día? Hemos pasado  en  ello  toda la noche, y no ha caído nada. Pero, en fin, si tú lo mandas, en tu nombre echaré las redes.

Obedece, y cae tal cantidad que se rompían las redes y se hundía la barca. Gritan a los compañeros Santiago y Juan.

-¡Vengan, y échennos una mano!…

Al fin llegan las dos barcas a tierra. Pedro no puede con su asombro, y cae ante el Maestro: “¡Apártate de mí, Señor, porque soy un pecador!”.

Y Jesús, amable y sonriendo:

-¡Venga! Ya les dije que los iba a hacer pescadores de hombres…

“Pescadores de hombres”. ¡Qué expresión tan inigualable! Esto son todos los que con su apostolado, su palabra, su ejemplo conquistan almas para Jesús.

Deja una respuesta