30 de enero | ALEGRÍA EN LA POBREZA

30 de enero | ALEGRÍA EN LA POBREZA

MEDITACIÓN DEL DÍA:
“Alguna veces, el Señor me hacía sentir los efectos de la pobreza, pero era por poco tiempo. Luego me consolaba con lo que necesitaba; y era tanta la alegría que sentía con la pobreza, que no gozan tanto los ricos con todas sus riquezas como gozaba yo con mi amadísima pobreza”

Aut 363

Una persona no familiarizada con la vida y los ideales evangélicos se precipitaría en interpretar esta experiencia como masoquismo. Es la enfermiza tendencia actual de occidente a descalificar mucho de lo que han sido las prácticas cristianas; no se haría otro tanto con sentencias de Confucio o Lao-Tseu que van en esa misma dirección.

La vida de Claret fue – externamente hablando – de mucho dolor, fracasos, desengaños. La pobreza real – no la idealizada o imaginaria – lleva consigo privaciones y sufrimiento. Mientras esto no se dé, el que se crea seguidor de Cristo pobre es un iluso. Los estudiosos de las bienaventuranzas evangélicas dicen que las tres primeras – según la versión de Lucas, más cercana al original – se reducen a la primera, pues la aflicción y el hambre son las manifestaciones normales, inmediatas, de la pobreza.

La segunda parte de la frase de Claret tiene una clara resonancia franciscana: el pobrecillo de Asís no quiso ser dueño de las casas, sino hermano de ellas; y disfrutó de esa peculiar “fraternidad”. Lo de Claret, menos poeta, va en una dirección algo diferente: lo suyo es el gozo de realizar en su literalidad el proyecto de Jesús para sus seguidores. Pero no está del todo ausente la alegría de la libertad “franciscana”. En aquella época de la incipiente industrialización y de una burguesía enferma de competitividad por ver quien tiene más, Claret disfruta de una paz envidiable: “Nada tenía, nada quería y todo lo rehusaba” (Aut 359).

Si Claret conoció la Canción del Pirata, de su contemporáneo Espronceda, tuvo que identificarse con algunas de sus estrofas: “Allá muevan feroz guerra / ciegos reyes / por un palmo más de tierra;/ que yo tengo aquí por mío /cuanto abarca el mar bravío, / a quien nadie impuso leyes”.