MEDITACIÓN DEL DÍA:
Aut 278
Es interesante colocarnos ante esos textos evangélicos en que Jesús se encuentra con los niños. En uno de ellos, Jesús dice: “si no cambiáis y no llegáis a ser como niños, nunca entraréis en el Reino de los Cielos. El que se haga pequeño como este niño, ese será el más grande en el Reino de los Cielos” (Mt 18, 3-4).
En el Evangelio, la figura de los niños aparece asociada con la idea de pequeñez. Eran la máxima expresión de la dependencia de otros, evidentemente del mundo adulto, y además en aquel contexto de alta mortalidad infantil y de mayor precariedad de la existencia. Por tanto, el niño dependía en extremo de la contención, educación y acompañamiento adulto.
Por otro lado, el niño era –y sigue siendo- el que no puede presumir de logros o méritos, el “sin pretensiones”, muy en sintonía con el mensaje religioso de Jesús. Al ensalzarle, Jesús nos coloca ante el desafío de sentirnos des-centrados de nosotros mismos, de nuestro ego, de toda tentación de falsa seguridad: depender de Dios y de su generosidad, y o de nuestros méritos.
El padre Claret en su Autobiografía pone el acento en la inocencia y en la receptividad de los niños. Es una invitación a cuidar escrupulosamente lo que el niño trae consigo y no generarle escándalos ni heridas destructivas. ¡Cuánto abuso y lesión a la salud afectiva de los niños en nuestro tiempo, frecuentemente en el entorno familiar! ¡Qué vergüenza la del turismo sexual-infantil a algunos países del planeta!
El niño está en una situación de transición, de paso. Ni biológica ni psicológicamente permanecerá niño. El cuidado de su salud plena es la herramienta clave para un crecimiento que, sin hacerle perder el sentido de genuina dependencia de Dios, le convierta por su altruismo en un reflejo de esa providencia divina.
¿Qué sentimiento despierta en mi interior este texto del P. Claret? ¿Qué desafíos presenta para mi tarea educativa, ya sea en el ámbito familiar, en el escolar o parroquial, o en el simple trato cotidiano?