29 de enero | LLEVADO POR LA GRACIA DE DIOS

29 de enero | LLEVADO POR LA GRACIA DE DIOS

MEDITACIÓN DEL DÍA:
“Conozco muy bien que sin un auxilio especial del cielo era imposible soportar tan ímprobo y prolongado trabajo desde el año de 1840 al año 1847, que fui a las Islas Canarias…”

Aut 305

El padre Claret tal como refleja este texto, dedicó siete años a la misión en tierras de Cataluña. Prestando atención a lo que han investigado algunos hijos suyos apasionados por conocer y divulgar su obra y su figura, llama la atención que en ese lapso de tiempo haya visitado más de 100 poblaciones, dedicando a cada una entre diez y quince días, y  yendo de una a otra a pie para encarnar mejor el estilo de Jesús. Su trabajo de aquellos años fue verdaderamente ímprobo si se suman a sus misiones populares las tandas de ejercicios y el inicio de las publicaciones. La suma de días de viajes, predicación y actuaciones pastorales le consumían todo su tiempo.

Tanto él, como sus biógrafos, atribuyen esa resistencia y capacidad de dedicación a tiempo pleno a una asistencia especial de la gracia de Dios. Aquella dedicación total a las tareas de evangelización, de servicio y de solidaridad continúa despertando admiración y hasta extrañeza; ¿cómo fue posible? A lo largo de la historia se encuentran  figuras cuya fuerza y entrega desmedidas han sido causa de elogio, de admiración y también de incomprensión y envidia de detractores. Tampoco esto faltó a Claret.

En nuestro tiempo se lamenta la carencia de modelos de identificación y se buscan personas ejemplares, “seductoras” para la juventud, que a veces sólo sabe admirar al deportista o al artista quizá del desentendido de las nobles causas de la humanidad. Se echan de menos figuras plenas de humanidad en un mundo que padece una profunda crisis de valores. En el plano de lo religioso nos faltan santos actuales, “modernos”, que propongan una radicalidad de vida llamativa y cuestionadora.

Cuando nos encontramos con figuras como Claret, su vida y realizaciones nos resultan altamente desbordantes y generan en nosotros la certeza de que, en su actuar, se manifiesta algo que supera las normales capacidades humanas: es la gracia de Dios, sin cuyo poder tales realizaciones serían inexplicables. Debemos decidirnos a entregar toda nuestra vida a Dios, que nos transforma y nos impulsa de manera insospechada.