29. El Bautista, encarcelado

Estamos hacia finales del año 27. Juan había comenzado a predicar por Octubre del 26, y su ministerio, a pesar de ser tan intenso y seguido por multitudes, duró sólo poco más de un año. El rey Herodes Antipas lo va a sacar de escena. ¿Por qué? Según el historiador judío Josefo -que habla muy bien de Juan- se temía algún levantamiento ante el poder de arrastre que tenía el Bautista, razón que no convence para nada, pues jamás el profeta se metió en la política interna del país.

 

Más seria es la sospecha de una intervención de los fariseos, que no toleraban al atrevido predicador y querían deshacerse de él fuera como fuera. Y viene la razón más poderosa: el escándalo moral que Herodes Antipas había suscitado con su casamiento adúltero e incestuoso.

 

¿Queremos entendernos de una vez sobre este enredado hecho? Lo vamos a intentar. Herodes el Grande había dejado su reino repartido entre tres de sus hijos. Herodes Antipas, al que le tocó Galilea y Perea, se casó con la hija del rey de los árabes Nabateos. Tenía Antipas en Roma, con una vida totalmente privada, un hermano llamado Filipo.

 

Todo discurría normal, hasta que Antipas hizo un viaje a Roma para entrevistarse con el Emperador Tiberio, del que era un descarado espía, y en Roma se hospedó en casa de su hermano Filipo, que estaba casado con su sobrina Herodías, de unos cuarenta años, hija de Aristóbulo, aquel hijo al que hizo matar Herodes el Grande, y tenían una hija llamada Salomé, de unos quince años. Conocemos, pues, a los personajes, ¿y qué ocurrió?

Herodías, ambiciosa, no se hallaba a gusto en Roma con aquella vida privada y se las arregló para ganarse a su tío y cuñado Herodes Antipas. Enamorados los dos, tramaron su futuro: Herodes daría el libelo de repudio a su legítima esposa, y Herodías con su hija Salomé dejarían a su esposo y padre Filipo en Roma para marchar a Galilea.

 

Pero la esposa legítima, la nabatea, enterada de todo, se adelantó

a la jugada. Le pidió a su marido la dejara una temporada en la fortaleza palacio de Maqueronte, a la orilla oriental del Mar Muerto, y Antipas se lo concedió. Ella entonces se pudo escapar a casa de su padre Aretas, el rey de los Nabateos.

Así estuvo todo. Herodes Antipas, casado en adulterio e incesto con su cuñada Herodías, que era además sobrina suya, se las tuvo que ver con el pueblo, que no aguantó semejante escándalo. Juan el Bautista se convirtió en el vocero de la gente, e hizo llegar a oídos del rey, si es que no se entrevistó con él, algo que no se descarta, su enérgica protesta:

-¡No te es lícito tener como mujer a la esposa de tu hermano!

 

Herodes respetaba a Juan y temía al pueblo, pero por aquellas sospechas infundadas de una posible revuelta política, por las insidias de los fariseos, y por la mujer que ahora tenía detrás, hizo prender al Bautista y lo encerró en las mazmorras de Maqueronte. El Jordán se quedaba sin su profeta, cuyo ministerio, aunque fue tan breve -pues no pasaría de unos trece meses-, era silenciado para siempre, aunque los ecos de su voz los seguimos escuchando siglo tras siglo.