MEDITACIÓN DEL DÍA:
Carta al P. Xifré, 15.1.64, en EC II, p 747
La vida misionera del P. Claret es de inspiración bíblica. Su gran modelo es el propio Jesucristo que reúne a los apóstoles para formar una comunidad con vocación evangelizadora. Y se inspira también en la palabra, vida y actividades del apóstol Pablo. Tanto a Jesús como a Pablo no faltan dificultades, oposición al mensaje e incluso ataques personales. Algo semejante le ocurrió al misionero Claret en las diferentes etapas de su vida.
Claret denomina “infierno” el conjunto de obstáculos que encuentra en su acción evangelizadora. Pero quizás en el modo de situarse ante ese “infierno” residía una de las mejores oportunidades para evangelizar. No se anuncia la Buena Nueva sólo con palabras; es fundamental el testimonio de vida personal y colectivo. Y Claret lo tuvo claro desde sus primeros pasos como evangelizador.
No se lucha contra el mal usando sus mismas armas, sino con la fuerza del bien (cf. Rm 12,21), del perdón y de la misericordia. No se acaba con los enemigos buscando su destrucción, sino procurando que el amor y la fraternidad sean más fuertes que el odio. Y no usando un lenguaje o un estilo de vida agresivos, sino con el estilo de Jesús, que “expone” y “propone” con firmeza y mansedumbre al mismo tiempo.
Claret dice que logra vencer el mal “con la ayuda de Dios”. Éste es el camino adecuado. Al fin y al cabo hemos recibido la vocación de vivir como hijos e hijas de nuestro Padre celestial, que hace salir el sol sobre malos y buenos y hace llover su gracia y su bondad sobre justos e injustos (cf. Mt 5,45). Y se nos ha confiado la tarea de ser testigos de la luz incluso en momentos en que parece que la oscuridad podría apagarla por completo (cf. Jn 3,19).
¿Cuál es mi actitud ante los obstáculos que quieren impedirme vivir según mis convicciones de creyente? ¿De dónde saco las fuerzas para vencer estas dificultades?