26 de diciembre | AMOR MATERNO

26 de diciembre | AMOR MATERNO

MEDITACIÓN DEL DÍA:
“María Santísima tuvo de mí una especialísima providencia y me tenía como un hijo muy mimado; no por mis merecimientos, sino por su piedad y clemencia”

Gracias concedidas por María al más indigno de sus hijos; en AEC p. 540

 

 

Llama la atención que el misionero Claret, cuando se propuso definir lo que es un misionero, haya escrito: “Un hijo del Inmaculado Corazón de María es un hombre que arde en caridad y que abrasa por donde pasa; que desea eficazmente y procura por todos los medios encender a todo el mundo en el fuego del divino amor…” (Aut 494).
Parece claro que entendió dar una definición de su propia experiencia, y cabría añadir, de su propia gracia vocacional. No sólo una opción personal. Esto tiene su razón en la fuerte devoción a María que Claret cultivó desde muy niño. La sintió siempre como madre, aplicándose a sí mismo las palabras de Jesús a ella y al discípulo al pie de la cruz (cf AEC p 516). Por otra parte, entendía que la misión de Jesús había sido posible gracias a la aceptación de la Virgen de Nazaret: una aceptación que la constituye madre y partícipe de toda la obra misionera de Jesús para siempre.
Por eso, en la espiritualidad de Claret son realidades inseparables el ser hijo y el ser enviado o misionero. Es que ésta fue la experiencia de Jesús. Y quiere decir que, junto con el amor de Dios Padre, en la historia terrena y en la obra de Jesús tuvo un papel decisivo el amor materno de María.
Mucho de esto está arraigado en la piedad del pueblo cristiano. Contamos con el amor de María nuestra Madre en todas las situaciones de nuestro camino espiritual, de toda nuestra vida. Lo expresan los muchos títulos con que a ella nos referimos. Y todos ellos tienen su base en el sabernos hijos del corazón materno de María, fuente de nuestro amor a los hermanos y de nuestra actitud de servicio a imitación de la Virgen.
Puede sernos útil tomar conciencia del vínculo nos une a María nuestra Madre. Tal vez acaparamos para nuestro provecho individual sus gestos maternos, lejos de disponernos a ser los instrumentos de ternura que ella necesita para hacer llegar a los más abandonados y lejanos la vida nueva de Jesús.