MEDITACIÓN DEL DÍA:
Aut 3
Nacimiento de San Antonio María Claret.
Después de la advertencia introductoria, Claret comienza su Autobiografía con la palabra “nací”. Esta palabra nos explica su actitud ante la propia vida, considerada siempre como un regalo del amor de Dios. Y ese regalo no tiene forma abstracta; el lugar de nacimiento cualifica la propia existencia desde el punto de vista cultural y religioso: un pueblo, con su identidad y sus costumbres, y una diócesis, que es el ámbito de pertenencia eclesial.
Ese reconocimiento de la vida como don llevó a Claret a cuidarla. En su paso de la adolescencia a la edad adulta, se dio cuenta de la importancia de reavivar su fervor espiritual a través de una escucha asidua de la Palabra del Señor y su correspondiente obediencia como forma de dar plenitud a su vida. El episodio del amigo infiel, junto con el halago de la fama de excelente fabricante en Barcelona, le llevan a redimensionar la propia vida, ese “tesoro escondido” con el que no se puede hacer cualquier cosa. En la experiencia de un peligro de morir ahogado en el mar, sumado a todo lo anterior, descubrió la fragilidad de la vida y que ésta sólo tenía sentido entregada a la causa de Dios; esto fue para él “la mejor parte”, lo que se vio llamado a elegir sin vacilación. En el futuro, ante las persecuciones, rechazos y desprecios por su entrega evangelizadora (Aut 161), su fidelidad a esa misión fue el único móvil para luchar por su propia vida.
La vida humana es la vocación primordial entre todas las vocaciones. Ser persona es el compromiso mayor que tenemos; es nada menos que cuidar la imagen de Dios que somos. Nuestra vida es un don que merece ser cuidado y protegido de las amenazas a que está expuesta, que no se reducen a los peligros de muerte; “muertes parciales” son el deterioro y la degradación. Claret nos enseña los siguientes medios para vivir este don de la vida: la obediencia a Dios, la visión de la vida más allá de su materialidad, la realización en el servicio de Dios con proyectos y acciones, y el empleo de las propias energías en favorecer que también otros vivan.
¿Cómo contemplo yo mi vida? ¿Es para mí motivo de gozo agradecido y llamada a fructificar?