20 de Octubre | HACER EXTRAORDINARIO LO ORDINARIO

20 de Octubre | HACER EXTRAORDINARIO LO ORDINARIO

MEDITACIÓN DEL DÍA:
“Dios lo que quiere de vos es que hagáis bien lo mismo que estáis haciendo con paz interior, con silencio, sin quejas ni lamentos de los prójimos ni de las cosas, sino que todo lo hagáis con constancia y suavidad, creciendo cada día en la pureza y rectitud de intención de parte del corazón”

Carta Ascética… al presidente de uno de los coros de la Academia de San Miguel. Barcelona 1862, p.8

 

 

Un principio muy antiguo de espiritualidad decía que hay que ser “in ordinariis non ordinarius”, que podría traducirse como “realizar la propia actividad con elegancia”, es decir, evitando la ordinariez.Quizá a veces nos imaginado que la santidad consiste en realizar cosas grandiosas, “extra-ordinarias”. Es un gran error. Ya San Pablo exhortaba a “desempeñar el propio trabajo con tranquilidad” (1Tes 4,11); y San Ignacia de Loyola, ante algunas  objeciones de San Francisco Javier a iniciar un nuevo rumbo, le dio la respuesta que José María Pemán versificó bellamente: “…Javier, / no hay virtud más eminente / que hacer sencillamente / lo que tenemos que hacer” (de El divino Impaciente).En relación con esto, vale la pena recordar una simpática anécdota de Claret en el noviciado jesuítico de Roma. Cuando, cada jueves, los novicios iban a jugar a una huerta, él habría preferido dedicar el tiempo al estudio o la oración, pero el rector no se lo permitió, sino que “me contestó redondamente –dice Claret- que jugase y que jugase bien. Yo puse tanto cuidado en jugar bien, que ganaba todas las partidas” (Aut  149).Al P. Claret, siempre comprensivo con los demás, no le satisfacían las cosas hechas a media. Son dignas de notarse sus quejas contra los que dirigen la Librería Religiosa o trabajan para ella cuando no eligen buen papel o buen tipo de letra, o no realizan buena encuadernación. Optó siempre por las cosas bien hechas. Pero tampoco se conformaba con la materialidad de la obra. Le interesaba el porqué y el paraqué de la misma: la rectitud de intención; conocemos su repetida formulación: hacer todo para que Dios sea conocido, amado y servido.Actualmente se habla mucho de “autorrealización”: lo que hacemos debe ser plenificante, humanamente enriquecedor; las frustraciones no son sanas. Pero tampoco lo es la búsqueda ansiosa del autolucimiento, o de sobresalir por encima de los demás. ¿Son correctas las motivaciones de nuestro servicio apostólico? ¿Se da alguna emulación o motivación enfermiza?