Feliz Navidad, queridos hermanos y hermanas. Que la luz del Mesías, nacido en Belén, les ilumine en lo profundo de sus corazones para que cada día puedan experimentar la fuerza del amor.
Celebramos hoy la fiesta de la Sagrada Familia y la liturgia nos propone para esta ocasión el relato de la presentación del Niño Jesús en el templo. Se trata de un texto cargado de simbolismos que expresan cómo el Hijo de Dios desarrolla el misterio de su encarnación asumiendo la vida y las costumbres propias de una familia humana.
José y María llevan al recién nacido al templo de Jerusalén para ofrecerlo como primogénito, tal como ordenaba la Ley de Moisés. En la escena aparecen dos personajes, Simeón y Ana, representantes del resto fiel de Israel que aguardaba el cumplimiento de las promesas de salvación anunciadas por los profetas. En un melodioso cántico de alabanza se integra lo antiguo y lo nuevo por la vida que emerge del Niño. El anciano Simeón abraza el futuro de su pueblo en la fragilidad de un bebé y Ana, inspirada por el Espíritu, anuncia la buena noticia a los que aguardaban el consuelo del Señor. Finalmente, el evangelista nos ubica en Nazaret, lejos del ruido de la ciudad y de los acontecimientos luminosos de Belén; nos relata en unos breves versículos la sencillez de la vida de Jesús que crece en gracia y santidad bajo la autoridad de sus padres.
El proyecto divino sobre la historia humana tuvo su germen en la primera pareja creada por Dios en el Edén. La fraternidad universal se trastornó en egoísmo, odio y asesinato por el pecado original. En consecuencia, la familia humana, imagen de la vida trinitaria, degeneró en una penosa situación de fracaso. Sin embargo, Dios quiso asumir y santificar el misterio de la familia a través de la encarnación de su Hijo. A través del testimonio de la santa familia de Nazaret todos los hogares del mundo están llamados a ser espacios de amor, libertad y comunión.
La promesa de Dios permanece firme. Su “proyecto familia” sigue siendo el modo primero para comunicar los valores de su Reino a los futuros guías de la sociedad y de la Iglesia. Por eso, como cristianos, estamos llamados a defender la integridad de la unión familiar. Ninguna política pública debe manipular ni suplantar la institución sagrada del matrimonio, ni trastocar el valor de la vida a beneficio de las grandes industrias abortistas y farmacéuticas. Hoy más que nunca debemos alzar nuestra voz de alerta para que la sociedad no frustre su futuro. Las nuevas generaciones tienen derecho a una familia digna según los ideales de Jesús. Unámonos, pues, a la gran marcha por la vida.
Este es el tiempo oportuno.
Cordialmente, P. Freddy Ramírez Bolaños, cmf.