2 ADV B - SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO

2 ADV B - SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO

Queridos hermanos y hermanas, avanzamos en el camino de la esperanza, en la senda utópica del Adviento. Tenemos este domingo la gran oportunidad de celebrar en familia la presencia viva del Señor en la Eucaristía.

Hoy nos estremece la voz de Juan el Bautista que llama al pueblo a la conversión. Él marcó una huella en la historia de Israel; su mensaje caló en lo más hondo de sociedad: pobres, ricos, políticos, militares, religiosos… se sintieron impactados por su radicalidad y ninguno pudo pasar indiferente ante su profecía. Hacía muchos años que “el cielo” estaba callado y los profetas eran personajes del pasado.

Dios pronunció su Palabra nuevamente. Esta vez no en la corte, ni en el templo, como sucedió con los mensajeros del Antiguo Testamento. Dios habló esta vez a través de un personaje pintoresco, lejos de la ciudad, en el desierto, -al estilo del Éxodo-, rememorando el lugar de “encuentro y de Alianza”, la esperanza de libertad, y la voluntad divina de romper con las cadenas de esclavitud en su pueblo. Dios no se hizo el sordo ante el clamor de los pobres y su respuesta fue el envío de su Hijo, anunciado por Juan como la “buena noticia”.

Juan es el heraldo del Mesías. Como profeta rompió con los esquemas humanos y sociales y se presentó cual humilde asceta vistiendo piel de camello y un cinturón de cuero, y alimentándose con langostas y miel silvestre… volvió a lo esencial de la vida. No se detuvo en la apariencia y en lo superficial del ego humano. No buscó su gloria sino la de Aquél a quien no se consideraba digno de desatar las sandalias. La figura profética de Juan inaugura los tiempos nuevos de la esperanza: Dios visitará a su pueblo y lo salvará, no hay lugar para la angustia… el Mesías trae libertad para todos. Por ello, la fuerza de su mensaje sigue vigente: el Señor viene, hay que allanarle el camino y erradicar el pecado.

En este Adviento estamos llamados a vivir con los pies en la tierra y el corazón en Dios, sin apegarnos a nada, con las manos abiertas a lo que nos quiera revelar el Señor. Estamos llamados a dejarnos sorprender por Él, aunque nos cueste lágrimas y renuncias. Preparemos una Navidad llena de solidaridad y fraternidad. Gastemos en los pobres, demos palabras de consuelo, seamos justos en todo momento, perdonemos y pidamos perdón. No seamos indiferentes en esta hora de la gracia. Dejemos que Dios toque nuestra vida y nos haga profetas de la esperanza.

Este es el tiempo oportuno.
Cordialmente, P. Freddy Ramírez Bolaños, cmf.