18 de enero | LOS GOLPES PULEN LA PIEDRA

18 de enero | LOS GOLPES PULEN LA PIEDRA

MEDITACIÓN DEL DÍA:
“Los enemigos y… [perseguidores] pensar que son conmigo como los carpinteros con la madera, como los cerrajeros con el hierro, como los picapedreros, estatuarios, escultores; como los cirujanos que nos operan, que se les debe pagar con favores, gracias y oraciones”

Propósitos de 1861; AEC p. 695

 

Aquí recordamos el mandamiento de Jesús a sus seguidores: “…rogad por los que os persiguen y calumnian” (Mt 5, 44). El mensaje cristiano tiene tal fuerza que, cuando se interioriza y se vive, puede granjearnos tanto amigos como enemigos. La palabra “enemigo” no espanta al seguidor de Jesús; los enemigos, desde la perspectiva evangélica, los veremos en cierto modo como enviados de Dios. Jesús tuvo sus enemigos; y el cristianismo tiene los suyos. En Occidente se habla actualmente de “cristofobia”. Es preciso saber vivirla, y sacarle partido. Como dijo agudamente Chesterton, el enemigo es el que nos mete en agua caliente, que es la que mejor limpia.Con una mirada limpia, el P. Claret contemplaba a los enemigos  en su función de “escultores” capaces de obtener de él una imagen refinada. Ante ellos, él se consideraba madero mostrenco necesitado de recibir forma, o piedra que deberá ser pulimentada. Naturalmente ese fruto sólo se logra con perseverante entereza.Cuando los enemigos airean nuestros defectos, cacarean nuestros posibles errores o nos atacan con cualquier pretexto, a veces pueden ayudarnos a abrir los ojos a nuestra realidad, a vivir más lúcidos ante algunos males que quizá nos aquejan sin saberlo nosotros; en tal caso serían bendición que Dios nos regala “con disimulo”, “encubierta”, pero de gran importancia en nuestro itinerario espiritual.  El P. Claret, buen captador de ese “servicio” de los enemigo, oró perseverantemente por ellos, y por sí mismo para saber aprovechar tanta persecución y calumnia. Y esa oración no fue inútil. Durante sus ejercicios espirituales practicados en Roma en octubre de 1869, escribió: “Día 12. A las once y media del día, el Señor me ha concedido el amor a los enemigos. Lo he sentido en mi corazón” (AEC p. 825).¿Me he sentido alguna vez víctima de rechazos o incomprensiones? ¿Cómo los he afrontado? ¿He sabido reconocerlos como una bendición “disimulada” pero eficaz?