¿Tiene Dios su política? ¿Se ha trazado Él alguna línea, que deba seguir en la conducción de su Iglesia?… Porque nosotros nos preguntamos muchas veces:
-¿Cómo es posible que haya malos en el mundo, malos que se proponen expresamente echar a perder la obra más querida de Dios? ¿Cómo es que Dios no acaba de una vez con ellos?…
Podemos decir que no hay ninguno de nosotros, hijos amantes de la Iglesia Católica, que no se haya planteado más de una vez cuestiones semejantes.
Nos duele en el alma ver cómo se pierden muchos hermanos nuestros.
Unos, víctimas de la inmoralidad, fomentada por la propaganda descarada, que busca enormes ganancias cebando las pasiones de los hombres.
Otros, con la apostasía de su fe católica, obediente a un plan determinado venido de fuera, para descatolicizar nuestras tierras benditas.
Otros… ¿para qué seguir? Por lo que sea. El caso es que muchos se pierden, porque el enemigo de Dios se ha empeñado en destruir la obra de Jesucristo y mete el mal dentro de la misma Iglesia.
Entre tanto, ¿Qué hace Dios?… Esta es nuestra pregunta inquietante.
En nuestra angustia, Jesús nos responde con una parábola preciosa. Nos da respuesta cabal. Y nos deja tranquilos, muy tranquilos ante nuestros enemigos, que se figuran tener la última palabra, pero la última palabra la va a tener Jesucristo, el cual nos explica su plan cuando nos habla de la cizaña en medio del trigo.
* El Reino de Dios que vengo a establecer lo podemos comparar con lo que le ocurrió a un propietario, que sembró muy buena simiente en su campo. Pero, mientras los peones dormían, llegó de noche un enemigo del dueño y esparció simiente de cizaña, una planta muy mala, en medio del trigo bueno. Al despuntar las primeras espigas, los trabajadores quedaron confundidos y fueron al patrón a decirle:
– Pero, ¿no sembramos en el campo buena semilla? ¿Cómo es que ahora aparece tanta cizaña?
El dueño no perdió la serenidad y la calma, y se puso a pensar:
– ¡Ya me la ha jugado ese enemigo mío! Es él quien lo ha hecho. Dejémoslo por ahora.
Y los criados, muy celosos del campo de su amo, le proponen decididos:
– Señor, ¿quieres que vayamos al campo a arrancar la cizaña, y que quede solo el trigo bueno?
El patrón sigue discurriendo, mientras se enorgullece de sus trabajadores, a los que dice:
– ¡Les felicito por su interés y se lo agradezco! Pero, no lo hagan. Porque, al querer arrancar ahora la cizaña, arrancarían también las espigas del trigo. Déjenlas que crezcan juntas. Y al final, cuando llegue la cosecha, separaremos la cizaña de trigo, la echaremos en fardos al fuego para que arda, y al trigo lo meteremos en mis graneros. ¿Qué les parece?…
Fue el mismo Jesús quien nos dejó el significado de parábola tan preciosa. Porque añadió:
– La semilla del trigo son los buenos, que yo he sembrado en el mundo, por mí mismo y por medio de ustedes. La cizaña son los malos, esparcidos por el Diablo. Buenos y malos crecen a la par. Pero cuando llegue la cosecha, que será el fin del mundo, diré a los Ángeles: recojan primero el trigo, y llévenlo a mis graneros del Cielo; recojan también la cizaña, y, atada en fardos, échenla en el fuego del infierno, donde no habrá más que dolor y llanto eternos.
¡Como si Jesús no hubiera dicho nada con esta parábola!…
Nosotros lamentamos profundamente que se pierdan muchos hermanos nuestros. Sobre todo, nos llenan de coraje los que tan conscientemente promueven el mal. Pero, en medio del dolor, conservamos la paz.
Sabemos lo que será el final.
Dios no condenará a nadie injustamente.
Jesucristo es un Juez lleno de misericordia.
Buscará en el juicio final cualquier atenuante y se agarrará a él para salvar a todos los que pueda.
La debilidad humana no nos debe dar mucho miedo. Dios, más que nadie, conoce el barro de que estamos hechos.
Sin embargo, es muy diferente la promoción del mal hecha con toda malicia y con todos los agravantes.
Es muy diferente el meter expresamente el mal en la Iglesia, el dividirla para fines inconfesables.
Los responsables de ese mal habrán de comparecer ante Jesucristo, que vendrá a pedir cuentas y a poner el punto final a la Historia.
Con estos enemigos suyos, Dios tiene una paciencia inmensa. El apóstol San Pedro lo dice de manera categórica:
-Dios no actúa de momento, porque sería para castigar; Dios espera y da tiempo para la conversión, ya que El no quiere que ninguno se pierda, sino que todos alcancen la salvación (2Pedro 3,9)
Y esta es la paciencia que nos recomienda a nosotros, a los que nos dice:
– ¡Tranquilos, tranquilos, que ya llegará la hora para todos!… Lo que deben hacer es ser buena semilla ustedes, a la vez que ser sembradores del bien en el mundo.
Esto es lo que nos dice Jesucristo, el que nos comparó con el trigo bueno sembrado por Él. Por eso, nuestra petición es muy simple y confiada:
¡Señor Jesucristo!
Haz que yo sea buena semilla en el campo de tu Iglesia y del mundo…
P. Pedro García, CMF.