MEDITACIÓN DEL DÍA:
Diálogos sobre la oración, en T. DE VILLACASTÍN, Manual de Ejercicios Espirituales. Barcelona 1864; p. 13
Los estudios especializados sugieren que San Antonio María Claret no fue un gran creador, pero que tuvo un don singular para seleccionar lo ideado por otros, recolocarlo, organizarlo y sacarle fruto. Quien más bien hace no es quien más inventa, sino quien mejor sabe ponerlo al servicio de todos.Las comparaciones que leemos en Claret tal vez no estén entre las páginas más originales de la literatura universal, pero transmiten lo que el santo quiere que entendamos: no podemos vivir sin oración.El paso de los años nos enseña que hay sustancias que nuestro organismo necesita y cuya ausencia -sin llamar especialmente la atención- provoca alteraciones, enfermedades, preocupaciones… Nos encontramos mal y los médicos detectan la falta de una vitamina, de hierro, de sodio, de potasio… Su ausencia nos ha ido minando silenciosamente, sin ruido, pero sus efectos han llegado.Algo así acontece con la oración. Su presencia no es ruidosa, muchas veces no es visible, pero su ausencia enciende las alarmas. La tierra no puede vivir sin agua (¡el ser humano tampoco!); el soldado “está perdido” -como señala Claret- si se le priva de sus armas; nosotros no llegaremos muy lejos sin oración. Cada uno tendremos que ir encontrando nuestros ritmos, nuestras formas, nuestro estilo…, pero sólo el encuentro frecuente (casi constante) con el Señor alimenta realmente nuestras vidas. Escuchemos a Claret.¿Hablas de oración o te dedicas a orar? ¿Tienes experiencia de los efectos de su ausencia en tu vida? ¿Te dejas llevar o buscas momentos expresos para orar?