MEDITACIÓN DEL DÍA:
Carta ascética… al presidente de uno de los coros de la Academia de San Miguel. Barcelona 1862, p. 26
Cada mañana alabamos, bendecimos y damos gracias a Dios por el sol que nos alumbrará hasta el ocaso. En la vida espiritual –nos dice Claret con palabras llenas de sencillez y transparencia– el sol que más y mejor ilumina es la Eucaristía, donde Jesús está como “sol de la fe católica”, como “luz verdadera que alumbra a todo hombre de buena voluntad”, y nos conduce al amor verdadero, que nunca muere; ese el pan vivo que nos vivifica y nos va llevando, lentamente, a la plenitud de la vida, a la unión íntima con Dios y con todo lo que gira en torno a Él: la Iglesia, la familia, los hermano cercanos y lejanos, y los más pobres y necesitados.
Haz un esfuerzo por llenarte de ese pan, que es fuente de vida temporal y eterna. La Eucaristía es gozo y paz, alegría y esperanza, es comunión con Dios y con los hermanos. Si ese sol de la irradia sobre tu corazón, todo será límpido y puro en tu vida cotidiana. No temerás las tinieblas del pecado, de la injusticia, de la desesperación. Aferra estas palabras de San Pablo: «Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nos» (Rm 8,31); «¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, espada?» (Rm 8,35); «Estoy persuadido que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni cosas presentes ni futuras, ni potestades, ni alturas, ni potestades, ni altura, ni profundidad, ni otra criatura alguna podrá apartarnos del amor de Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro» (Rm 8,38-39).
Claret, en su fe, su indomable espíritu apostólico y su intrepidez frente al mal se hace émulo de Pablo de Tarso. ¿Tienes tú en la vivencia y expresión de la fe un parecido con ellos?