MEDITACIÓN DEL DÍA:
L’egoismo vinto. Roma 1869, p. 74. Retrotraducido en EE p. 427
Escribía Claret en su librito Los Seis Talentos de Oración: “Puesto cada uno en la meditación, ha de recordar aquellas palabras que Dios dijo a Moisés: ‘Mira y haz según el ejemplar que en el monte se te ha mostrado’. Se ha de portar el que medita como el que aprende a dibujar o escribir, que da una mirada al original y luego va copiando en el papel. Así dará una mirada al original, que es Jesucristo, e irá copiando sus virtudes” (en EE, p. 109).
La imitación. Palabra fundamental para comprender por qué Claret se mantuvo fiel hasta el último momento. Eligió sus modelos y no cejó hasta copiarlos lo más perfectamente posible. Pero no se conformó con elegir sus modelos y copiar, quiso conformarse con ellos, ‘ser’ como ellos. Ser como Jesús suena a pretencioso, pero es el único camino hacia el Padre. Jesús es como un torbellino que arrastra hacia el Padre. Ponerse en su camino es correr el riesgo de perder pie y volar.
Eso le pasó a María. En la dedicatoria del libro La Colegiala Instruida (Madrid, 1863), decía el P. Claret dirigiéndose a María: “Vos sois su preceptora (de las niñas), que las adoctrináis con el ejemplo y la palabra, y aún mejor que el Apóstol, les decís: ‘Imitadme a mí, como yo imito a Jesucristo’”.
A la hora de situar su relación con María, Claret la ve como imitadora de Jesús:
“María Santísima ha imitado a Jesús perfectamente”. Y en la Carta al Misionero Teófilo abunda en esta idea: “Así como María es la Madre del Verbo Encarnado, así el sacerdote, dice San Bernardo, es como padre y madre del Verbo consagrado y predicado. Por tanto ha de procurar ser humilde como María, casto como María y fervoroso como María” (en EE p. 364).
Podría decirse de todos. No hay como identificarse con María para poder ejercer de madre del Señor.