MEDITACIÓN DEL DÍA:
Aut 510
En todos los países de tradición cristiana existen santuarios marianos que reúnen miles y millones de personas todos los años. Seguramente los habrá en el lugar donde vive cada uno de nosotros.
En la vida de san Antonio Mª Claret aparecen varias advocaciones de María que le acompañaron en los diversos lugares donde se desarrolló su vida y ministerio. La Virgen de Fussimanya de Sallent, a la que visitó frecuentemente con su hermana, la Virgen del Rosario en Vic, la Moreneta de Montserrat -patrona de su Cataluña natal-, la Virgen del Pino o de la Candelaria en las Islas Canarias, la Virgen de la Caridad del Cobre en Cuba, la Virgen de la Almudena en sus años de Madrid, y otras muchas advocaciones que le ayudaron a crecer en la devoción a María.
En todas ellas san Antonio Mª Claret descubrió aquel Corazón que acogió la Palabra de Dios y en el que encontraban resonancia las situaciones y aspiraciones de sus hijos. En la contemplación de María encontró una fuerte inspiración para seguir a Jesús y dedicarse generosamente a su ministerio apostólico.
La devoción a María es una parte muy importante del patrimonio espiritual de la Iglesia. Ella nos introduce en la meditación del “rostro materno” de Dios. Todas las veces que María aparece en los Evangelios la vemos atenta a la Palabra de Dios y a las situaciones de las personas. Cuando visitemos un Santuario mariano o invoquemos la intercesión de María, dejemos que el fuego que latía en su corazón se apodere del nuestro. Nuestra vida se hará capaz de trasmitir calor y luz a quienes tienen necesidad de ello.