MEDITACIÓN DEL DÍA:
Los seis talentos de oración, en A.M.CLARET, El Colegial o Seminarista Instruido. Barcelona 1860; vol. I, p. 137
Lo pasé mal. No era algo de vida o muerte, pero me incomodaba mucho. Estaba iniciando mi vida como misionero y me había propuesto cuidar ‘la meditación’, cultivarla y convertirla en uno de los momentos cruciales de cada día de mi vida. Sin embargo, casi siempre quedaba insatisfecho: cuando no era la imaginación la que me jugaba una mala pasada, el que venía a fastidiarme era el sueño. Pocas veces lograba salir satisfecho del tiempo que dedicaba a meditar.
Hasta que me encontré con un texto del P. Gustavo Alonso, claretiano argentino que sirvió a sus hermanos como superior general de 1979 a 1991. Dice así: “Sintéticamente se puede decir que, para Claret, la meditación no es elaboración de ideas o convicciones: es sobre todo mirar y estudiar a Jesús para compenetrarse con Él y hacer como Él”. Sentí luz, paz y una enorme felicidad. Mi gran problema había sido mi incapacidad para ordenar las ideas, para pasar de una a otra en el orden y ritmo que yo pensaba que se me proponía. Ahí había estado mi error. En la escuela de Claret no se me invitaba a ponerme ante Dios para deducir una idea de otra, recordándolas bien en silogismos impecables, sino a mirar y estudiar a Jesús – “al original” – y dejar que su Espíritu me fuera configurando con Él.
¡Qué bonita la frase de Claret! Quien haya intentado alguna vez aprender a dibujar o escribir la entenderá sin problema: con qué cuidado y delicadeza hay que mirar cada trazo, cada ángulo, cada forma. Y, de repente, el misterio: mientras intentamos aprender, en realidad es Jesús mismo quien va dibujando y perfeccionando su obra en nosotros. Ponte a mirar “al original”; su Espíritu irá haciendo su trabajo.
¿Te importa de verdad mirar a Jesús e irte configurando con Él? ¿En qué se nota esa inquietud tuya? ¿Qué cualidades o virtudes suyas te impresionan más?