MEDITACIÓN DEL DÍA:
Aut 68
Veinte años tenía Claret cuando, mientras le distraían en Misa los telares, se acordó de esas palabras de Jesús. Se especializaba entonces en Barcelona en el arte de fabricar telas, lo cual le fascinaba.
Según los Evangelios sinópticos (Mc 8, 37; Mt 16, 26; Lc 9, 25), Jesús dijo a sus primeros discípulos esa frase –“¿de qué le sirve al hombre ganar todo el mundo, si pierde su alma?”– para que no se engañasen con ideas y planes que les impedían seguirle y proseguir su Causa. Esa sentencia de Jesús quedó en los Evangelios, y a Claret se le activó al ocurrirle lo que a todos nos sucede cuando ponemos todo el corazón en tantas cosas o aficiones y proyectos que nos absorben la ilusión y la energía vital, y desvitalizamos nuestra relación con Dios, con Jesús y con el prójimo.
En su “barahúnda de cosas”, al joven Claret le reclamó Jesús el corazón y lo puso en “estado de conversión”. Así comenzó su formidable transformación. Y a quienes nos cuenta Claret esta experiencia suya, nos plantea la necesidad que tenemos todos de “conversión personal” a Jesús y a su Causa.
Sin abrir el propio corazón a Jesús, para que su Espíritu nos mueva a seguirle, viviendo su Evangelio y prosiguiendo su Causa en nuestra vida cotidiana, nuestro cristianismo se deteriora; y, por eso, entra en crisis nuestra Iglesia.
¿No será la falta de “conversión personal” a Jesús y a su Proyecto de vida, digna y feliz para todos, la causa mayor de las crisis de la Iglesia en nuestros días?