MEDITACIÓN DEL DÍA:
Aut 492
Diversas circunstancias en la vida nos van marcando el camino. Para algunos habrá sido el encuentro con una persona determinada el hecho que ha orientado su futuro. Otros han descubierto nuevos horizontes para su vida a través de una lectura, o desde una experiencia que han sabido interpretar. Para muchos han sido simplemente las circunstancias de haber nacido en un lugar determinado, como miembro de la familia a la que se pertenece o del pueblo del que se forma parte, de haber frecuentado la escuela en la que recibieron su educación o de haber participado en diversos grupos de niños, adolescentes o jóvenes, las que han resultado particularmente significativas para la orientación de sus vidas. Diversos factores acompañan nuestro crecimiento y marcan los rumbos de nuestras vidas.
Hay una dimensión de fe que nos hace descubrir una palabra de amor en todas estas circunstancias. A través de estas mediaciones, es Dios, el Padre que nos ama, quien nos ha ido conduciendo al lugar que nos tenía preparado. Cuando se es capaz de situarse en la perspectiva de la fe, aquello que parece fortuito se convierte en un gesto de cercanía y de amor por parte de Dios, nuestro Padre. De ahí surge la necesidad de agradecer y alabar a quien nos va acompañando.
Junto con la invitación a dar gracias, sentimos también la urgencia de ser nosotros mismos instrumentos de la mediación de Dios que quiere acompañar a todos, sobre todo a quienes se encuentran en un momento de dificultad, al ámbito de felicidad y realización personal que les tiene preparado. También aquí el agradecimiento se expresa a través del compromiso solidario con los hermanos.