MEDITACIÓN DEL DÍA:
Aut 226
Al establecer el calendario de memorias y fiestas del año litúrgico, la Iglesia no sólo honra con un justo homenaje a sus hijos más insignes, sino que, además, los ofrece como modelos en el seguimiento de Cristo. El recuerdo de los canonizados y beatificados tiene así una intención pedagógica. Los santos constituyen una inspiración y una motivación en nuestra vida cristiana. Además, su cercanía es también terapéutica, porque despiertan y estimulan en el trato con Dios y en la entrega a los demás. Lo decía san Francisco de Sales: “Si quieres ser bueno, ponte junto a los buenos”.
Esto lo observamos nítidamente en Claret. Él leyó muchas «vidas ejemplares», que le ofrecieron potentes motivaciones para seguir a Cristo Misionero. Particularmente se centró en santos que habían destacado en el anuncio de la Palabra. En primer lugar menciona en su Autobiografía el ejemplo de los profetas: Isaías, Jeremías, Ezequiel, Daniel, Elías y los profetas menores. Las vidas de los apóstoles Pedro, Pablo y Santiago y Juan provocaron también su admiración. Le entusiasmó de manera especial el celo de Pablo. Y también otros muchos santos y santas que se distinguieron por su ardor apostólico: san Francisco de Asís, san Antonio de Padua, san Francisco Javier, san Vicente de Paúl, san Ignacio de Loyola, san Alfonso María de Ligorio, san Francisco de Sales, san Juan de Ávila y el beato Diego de Cádiz, Santa Catalina de Siena, Santa Teresa de Ávila, Santa María Magdalena de Pazzis y Santa Rosa de Lima.
También nosotros encontramos en ellos modelos vivientes de fe y luz para captar cómo es el seguimiento de Cristo. Junto a ellos nos dirán mucho también numerosos misioneros y mártires de nuestro tiempo, valientes testigos de Cristo.
Amigo lector, ¿por qué no lees la vida de alguno de esos santos que te resulte más atrayente? ¿Por qué no comenzar por una vida de Claret, o por los beatos Mártires Claretianos de Barbastro? Experimentarás que no es, en absoluto, tiempo perdido.