MEDITACIÓN DEL DÍA
Tengo que ser como una vela que arde: gasta la cera y luce hasta que muere. Los miembros gustan de unirse a su cabeza, el hierro al imán, y yo a Jesús deseo unirme en el sacramento y en el cielo.
Propósitos de 1870: AEC, p. 730
“A Jesús deseo unirme”. Hoy todos hablamos del mundo de los deseos, pero, ¿qué entendemos por deseo? ¿Qué dimensiones humanas abarca? ¿Cómo se relaciona con nuestras necesidades y nuestra voluntad? ¿Qué papel juega la capacidad de desear en nuestro crecimiento humano y espiritual? ¿Qué deseamos? No son preguntas triviales… En los deseos nos jugamos mucho. No podemos, y a veces lo hacemos, separar el mundo de los deseos de la inteligencia y voluntad. Todo lo que deseo no lo puedo alcanzar y no todo lo que deseo es conveniente para mi crecimiento y maduración, ni para quienes que me rodean. La inteligencia me indicará lo que es conveniente y la voluntad marcará los límites…De ahí la importancia del discernimiento. Discernir qué conviene hacer o no hacer… y actuar en consecuencia.
En lo profundo de nuestro corazón deseamos a Dios… experiencia que nos llena de gozo y de confianza para caminar en la vida. Así fue Claret: un hombre de grandes deseos que supo someterlos a las mediaciones y al discernimiento; por eso fue feliz.
Jesús amigo desea regalarnos su amistad y, como en el caso de dos amigos que se aman intensamente, su meta es fundirse como la cera, experimentar la atracción del imán… ¿Experimento esta atracción? ¿Me dice mucho la palabra “Jesús”? ¿O quizá no es nadie para mí? ¡Qué triste! ¿Cuáles son mis deseos más profundos? ¿Mi meta?
Jesús pregunta a los discípulos del Bautista por sus deseos: ¿”Qué buscáis”? … y se quedaron con Él. “Al día siguiente Juan estaba otra vez allí con dos de sus discípulos. Fijando la vista en Jesús que pasaba dice: Este es el Cordero de Dios. Al oírlo hablar así los dos discípulos siguieron a Jesús. Volviéndose entonces Jesús y mirando a los que lo seguían, les pregunta: ¿Qué deseáis? Ellos le respondieron: Rabbí, ¿dónde vives? Él les responde: Venid y lo veréis. Fueron y vieron dónde vivía y se quedaron con Él aquel día. Era la hora décima” (Jn 1, 35-39)