MEDITACIÓN DEL DÍA:
El ferrocarril. Barcelona 1857, p. 59s
La dimensión lúdica es una necesidad vital del ser humano; es preciso darle cauce si se quiere lograr el pleno equilibrio personal y emocional, es decir el equilibrio vital, en sus distintos niveles; así como también al equilibrio social, esto es, lo lúdico se convierte en un aspecto de lo cultural en la vida del ser humano.
Es una realidad incontestable. Necesitamos celebrar la vida, los acontecimientos gozosos, e incluso los dolorosos, para darles sentido… Lo festivo se da en todas las culturas, brota de la entraña misma del ser.
En la condición lúdica se descubren los factores humanizadores que necesita la sociedad, factores capaces de crear una convivencia mejor. La persona humana, para su desarrollo integral y en plenitud, necesita activar sus múltiples facetas y virtualidades. Y, entre ellas están las lúdicas y las festivas, que, cultivadas correctamente, sin adicción ni exceso de competitividad, afectan positivamente a lo personal y social, contribuyendo así no sólo a nuestro bien-estar sino también a nuestro bien-ser.
Alcanzar el proyecto de vida a que estamos llamados debe ser una meta siempre consciente en nuestro vivir. Alcanzar la meta es desarrollar las diversas dimensiones de lo humano, potenciando una serie de valores básicos en nuestras relaciones: valores morales, sociales, intelectuales… incluso físicos; todos ellos deben desembocar en apertura a la trascendencia; en alguna medida se convierten en valores cristianos.
Cuando descubrimos la presencia y la bondad de Dios, Creador y Padre, no podemos menos que poner en juego nuestra dimensión lúdica y celebrativa. Celebramos la presencia de Dios en medio de nosotros, en la creación, en su Palabra, en los Sacramentos, en la amistad, en el amor… Y expresamos así el gozo de sentirnos Hijos, creados y sostenidos por nuestro Padre.
¿Cómo son mis celebraciones? ¿Celebro la vida como un don de Dios?