40. La conversión de toda Europa   

40. La conversión de toda Europa  

Avanzamos mucho esta lección, la cual abarca la actividad evangelizadora de la Iglesia desde el siglo octavo al undécimo. Lo hacemos, esta vez, por seguir un orden lógico más que el cronológico. Conviene tenerlo presente.

 

Hemos empezado con la conversión de los pueblos germanos por San Bonifacio, y hemos de seguir ahora por los alemanes que faltan, los cuales fueron duros de verdad: los sajones, que ocupaban el norte de Alemania.

Al constituir los sajones un peligro constante para los francos, Carlomagno los quiso sujetar por las buenas, pero resultando inútiles todos los esfuerzos, al fin les declaró la guerra el año 772, y, vencidos, les mandó misioneros. Pero los sajones, aprovechando la derrota de Carlomagno en Roncesvalles, se levantaron contra él y acabaron contra todo signo cristiano, después de matar a todos los misioneros y devastar hasta la abadía de Fulda. Fue la última gota que acabó con la paciencia de Carlomagno, el cual, el año 782, quiso acabar de una vez con tanta rebelión de los sajones. Los vence, y manda degollar en Verden a 4.500 prisioneros. Quizá está exagerada la cifra, pero es cierto que la represión fue horrible.

¿Cómo hizo esto Carlomagno?… El caso es que acabó con los sajones, los cuales se sometieron a los francos; se hicieron bautizar los cabecillas Widukin y Alboín; los frisones de Holanda, sus hermanos de raza y tan rebeldes al cristianismo como los sajones, se convirtieron por fin, después del fracaso de tantos misioneros como San Bonifacio, y toda la Germania quedaba hecha cristiana, aunque falten todavía los prusianos. A fin de educar a los sajones en la fe cristiana, Carlomagno se llevó a Francia a muchos jóvenes, que se formaron en los monasterios de los francos, y, devueltos después a su tierra, fueron los grandes educadores de su mismo pueblo.

Para nuestra mentalidad, aquella violencia de Carlomagno (¡tan bueno!), y la imposición de la fe casi a la fuerza, no son aceptables; pero los tiempos de entonces y los bárbaros aquellos eran muy diferentes de nosotros…  Desde ahora, Francia y Alemania juntas van a ser el gran soporte del Sacro Imperio Romano.

 

¿Cómo se fueron convirtiendo los otros países de Europa? Mirando hacia el Norte, nos encontramos con los países escandinavos. Su gran apóstol fue San Oscar (latinizado, lo llaman Anscario). Evangelizó sin ningún éxito desde el 831 hasta que murió en Suecia en el año 865. Es el verdadero tipo del trabajar con entusiasmo sin mirar el resultado: fracaso de momento; Dios hará que la semilla fructifique un día.  Dinamarca no se convertirá del todo hasta el rey Canuto I, muerto en el 1035. Suecia, se convirtió también del todo con el rey Olaf en 1002. Noruega cuenta su conversión por los años 995 a 1030. Islandia recibió misioneros enviados por el rey noruego Olaf Trygvesen en el año 1000, y de allí pasó el Evangelio a Groenlandia, descubierta en el 982. Estonia, Letonia y Lituania, aunque geográficamente estén igualmente en el Mar Báltico, se convirtieron bastante más tarde, prácticamente hasta el siglo doce.

 

Pasamos la mirada al Este de Europa, y vemos el progreso del Evangelio por los mismos años. Ante todo, nos encontramos con MORAVIA. Algo espectacular por sus apóstoles los dos hermanos San Cirilo y San Metodio, famosos en la Historia de la Iglesia por haber traducido la Biblia al eslavo e introducido en el culto la lengua del pueblo en vez del latín de Roma o el griego de Constantinopla. Partieron de Constantinopla el año 863, y al evangelizar en lengua eslava, eran queridísimos del pueblo. Cirilo, el más joven, murió pronto el año 869 en Roma a donde había ido para visitar al Papa y llevarle, desde Crimea, las supuestas reliquias del papa San Clemente. Metodio, consagrado obispo, hubo de seguir solo en la evangelización de aquellos pueblos eslavos, siempre con la enemiga de los alemanes, aunque el papa Adriano II le apoyó incondicionalmente.

Si el culto se celebraba en eslavo, había que traducir la Biblia a esta lengua, y para ello Cirilo inventó un alfabeto propio. Hacia el final de su vida, Metodio la había traducido casi por completo. A causa de los obispos y sacerdotes alemanes, que querían a todo trance mantener el latín, esto de la lengua del pueblo les causó a los dos misioneros disgustos sin cuento, especialmente a Metodio, que vivió hasta el año 884. Dos años lo tuvieron preso en una cárcel.

Y todo motivado por el asunto de la lengua. Los alemanes que se oponían al lenguaje del pueblo, decían: -Las tres lenguas sagradas son el hebreo, el griego y el latín, las del título de la Cruz… Pero Cirilo, agudamente, les llamaba “pilatistas”, porque ese título en las tres lenguas lo puso Pilato; y años después, llevada la acusación a Roma contra Metodio, el papa Juan VIII contestaría bromeando: “Dios, que creó esos tres principales idiomas, creó también otras lenguas para su honor y gloria”. Cuando murió Metodio, los funerales se celebraron en griego, latín y eslavo, ante una multitud de fieles que acudieron con antorchas encendidas. Hoy, ambos Santos son compatronos de Europa.

 

Los primeros apóstoles de BULGARIA fueron unos prisioneros griegos, que supieron hablar bien de Jesucristo. Pero el héroe de la evangelización en la nación iba a ser su rey Boris, por obra de una hermana suya, ferviente católica. Convertido y bautizado el monarca, el año 866 pidió misioneros al Papa Nicolás I, que le mando entre ellos al que sería después el papa Formoso. Por desgracia,, los obispos bizantinos se anexionaron los búlgaros a su jurisdicción, y vencida además Bulgaria y anexionada a Constantinopla por el emperador Basilio II, todo el país caerá en el cisma el año 1054 separándose definitivamente de Roma.

 

El catolicismo en BOHEMIA, en las actuales Chequia y Eslovaquia, empezó a arraigar en serio por el año 845 al ser bautizados catorce de sus jefes principales. El mismo San Metodio extendió a Bohemia su acción. Pero durante largos años no prosperaba nada o muy poco. Hasta que llegó al trono el joven Wenceslao, “que hablaba y escribía el latín como cualquier obispo y leía el eslavo con facilidad”, y, precisamente con su muerte en el año 929, fortaleció sobremanera a la Iglesia. Porque, asesinado a traición por su hermano Boleslao, que ambicionaba la corona real, el pueblo lo consideró como un mártir y contaba milagros obrados en su sepulcro. Trasladados sus restos a la iglesia de San Vito en Praga, San Wenceslao se convertía en el centro de irradiación del catolicismo por toda Bohemia.

 

La tan católica POLONIA tardó bastante en recibir la fe cristiana. Unos sacerdotes expulsados de Moravia introdujeron allí el cristianismo. Pero no se expandió hasta que el rey Miecislao en el 964, casado con una esposa cristiana y bajo su influjo, se bautizó y con él gran parte del pueblo polaco.  Casimiro, subido al trono en el 1040 y muerto en el 1058, fundó varios monasterios de monjes benedictinos, que acabaron por llevar el Evangelio a toda la nación, en la que arraigó de manera tan profunda, como lo había de demostrar hasta nuestros días, en lucha casi continua durante todo un milenio para mantenerse firme en su fe católica y fiel a la Sede de Roma. Era un hecho lo asegurado por su primer rey católico Miecislao: Reconozco la soberanía de la Santa Sede sobre el reino polaco.

 

Si pasamos a HUNGRÍA, nos encontramos con los húngaros y magyares que fueron el terror de los cristianos durante la primera mitad del siglo décimo. Hasta que Otón I los venció en el 965, y la conversión del pueblo se fue realizando lenta pero eficazmente bajo príncipes que se hacían cristianos gracias a evangelizadores magníficos que les llegaban de Alemania sobre todo. Hasta que en el 997 ascendió al trono San Esteban, figura señera de Hungría y de la Iglesia. En el año 1000 el Papa Silvestre II le concedía el título de Rey Apostólico y le mandaba la corona de oro que sería el orgullo de todos los reyes sus sucesores. San Esteban afianzó el reino contra las hordas asiáticas que lo instigaban y fundando obispados y monasterios consolidó firmemente a la Iglesia.

 

RUSIA, aunque había recibido la fe en el siglo noveno, prácticamente no empezó su conversión hasta 1015 con Wladimiro, que, casado con una princesa bizantina y católica, se bautizó y emprendió con vigor la destrucción del paganismo en sus tierras. Destruyó los ídolos, y al más famoso de todos, arrastrado por un caballo, lo lanzó a las aguas del río Niéper, donde se habían congregado verdaderas multitudes para ser bautizadas. Vladimiro fue considerado un santo por las gentes, y su hijo Jaroslao no desdijo nada de su padre en la propagación de la fe cristiana y católica, que tenía en Kiew, la capital, su sede primada.  Lo malo fue que Bizancio no soltaba la presa; la quería en su patriarcado de Constantinopla en vez dejarla con el de Roma, y al venir el cisma de 1054 formará la Iglesia rusa parte de la Ortodoxa bizantina. En el año 1589, la Iglesia de Rusia se independizará de Constantinopla, y trasladará la sede primada de Kiev al nuevo Patriarcado de  Moscú, pero permaneciendo siempre en el cisma oriental.

 

Al final de esta lección damos una mirada retrospectiva al desarrollo del Evangelio en el primer milenio. Podemos ver cómo el cristianismo se desarrolló en el Imperio Romano muy rápidamente: empezó apenas resucitado Jesucristo el año 30; estaba ya vigoroso en Roma el 64 cuando la primera persecución de Nerón, y en el 313, sólo en doscientos cincuenta años después, Constantino hubo de darle libertad porque era inútil luchar contra él.

Los pueblos bárbaros se hacían cristianos entre los siglos quinto y sexto, aunque los lombardos se resistieron hasta el siglo séptimo.

Entre el octavo con San Bonifacio en la Germania y el undécimo con Vladimiro en Rusia, se hacía cristiana prácticamente toda Europa.

Paso a paso, el Evangelio recorrerá toda la Tierra.