21. Los bárbaros o los pueblos del norte

21. Los bárbaros o los pueblos del norte

Una lección capital. El Imperio Romano se derrumbó ante las invasiones de los pueblos bárbaros. ¿Y qué le tocaba a la Iglesia? Cristianizarlos. Mirada la Providencia de Dios, aún admitiendo lo mucho bueno que el Cristianismo debía al Imperio, se necesitaba una nueva sociedad que cambiaría la faz del “Orbe de la tierra”.

 

Mientras la Iglesia gozaba de la paz decretada por Constantino el año 313, se desarrollaba tanto, producía frutos de santidad eximia con los monjes del desierto, fijaba la Fe católica en los Concilios, y brillaba con la ciencia esplendorosa de los Santos Padres en las décadas del 300, aunque nacieron también en la Iglesia grandes defectos y problemas, en esos mismos años se estaba gestando la gran catástrofe que se iniciaría en los primeros años del 400 y se consumaría en el 476 con el último emperador de Roma.

 

Esta lección resulta un rompecabezas con los nombres de los pueblos invasores, pero es necesaria del todo. Podemos empezar a aprender algunos: godos, hunos, mogoles, ávaros, magiares, borgoñones, hérulos, germanos, ostrogodos, trancos, alamanes, daneses, burgundios, lombardos, vándalos, visigodos, suevos, alanos, francos, anglos, jutos, sajones, y otros y otros… Por poner cierto orden entre tanto nombre, los citamos por grupos.

Los germanos, extendidos por la regiones alemanas actuales.

Los anglos y los sajones, se hallaban más hacia el mar del Norte.

Los francos ocupaban las regiones más hacia el Oeste.

Los vándalos venían más del Norte y se extendieron por el interior de Alemania.

Los godos son de mucha importancia. Parece que provenían de las regiones escandinavas, ocupaban el Suroeste en torno al Mar Negro sobre la misma frontera con el Imperio. Los godos orientales se llamaban ostrogodos y los occidentales visigodos.

Los eslavos, también de raza blanca, como los polacos, servios, moravos bosnios y croatas, estaban por las tierras más al Este de Europa.

Los hunos, los más feroces, provenían de Asia; como los ávaros y magiares, ocupaban las regiones más nororientales.

 

¿Y cómo llamaremos a todos estos invasores? Suelen citarse como “bárbaros” en el sentido de incultos y salvajes que lo destruyen todo. Modernamente no se acepta del todo este significado, aunque contenga mucho de verdad. Para los romanos, “bárbaros” eran los pueblos extranjeros que no pertenecían al Imperio. Hoy se les llama “Pueblos del Norte” a los invasores del Imperio Romano y que acabaron con él definitivamente.

 

Comencemos por los siglos segundo y tercero. Los pueblos bárbaros estaban asentados en el Noreste del Imperio, desde la Germania hasta el Mar Negro. No tenían patria fija, y entre ellos se hacían la guerra con mucha frecuencia. Hubo alguna emigración normal y hasta llegaron a formar alianzas muy valiosas con el Imperio Romano, en el que entraron a veces de forma pacífica. Pero desde el siglo segundo y tercero quisieron avanzar hacia el Sur soñando en sus tierras fértiles y en las riquezas de sus ciudades.

Dada la debilitación del Imperio en el que se sucedían unos a otros los emperadores ineptos, acechaba sin cesar el peligro de las invasiones. Hubo emperadores que fueron grandes políticos, como Diocleciano, Constantino y Teodosio, los cuales procuraron fortalecer las fronteras del Norte. Diocleciano dividió el Imperio en Oriental y Occidental, con dos Augustos, cada uno con autoridad suprema. Constantino, el fundador de Constantinopla y Teodosio fueron emperadores únicos, sin división del Imperio, y de momento salvaron la situación de las invasiones.

 

A principios del siglo quinto, casi iniciado el 400, los germanos se lanzaron sobre el Mediterráneo occidental hasta dominarlo todo. ¿Por qué lo hicieron? Los hunos, tártaros y mogoles, asiáticos y salvajes de verdad, se les habían echado encima por el Norte, igual que los eslavos, y los empujaban con sus continuos ataques, hasta que los germanos se vieron forzados a lanzarse hacia el interior del imperio Romano, con el que se habían mantenido en buenas relaciones. Pero cuando los hunos atravesaron los montes Urales y empujaron a los pueblos germanos, provocaron un desbande general de todos los pueblos situados entre los ríos Rhin y Danubio.

Muy expresamente nos vamos a dejar de fechas y ciudades, a no ser de algunas imprescindibles, para dar sólo una idea general de las invasiones y evitarnos ─repito la expresión─ un auténtico rompecabezas.

 

Los germanos, de raza blanca, de ojos azules y cabellos rubios, sobresalían por su alta estatura y su físico robusto. Tenían muy arraigados los sentimientos de libertad, justicia y dignidad personal. El avance pacífico que antes guardaban con los romanos, se convirtió en incontrolable cuando las invasiones germanas destrozaban todo a su paso, aunque respetaban a las autoridades del Imperio. Empecemos por los godos, que se dividían, como ya hemos dicho, en visigodos y ostrogodos.

Los visigodos fueron los primeros en entrar en Italia en plan de conquista total a las órdenes de su jefe Alarico. Aunque vencido el año 401, y después de muchas guerras y pactos, Alarico marchó sobre Roma al frente de sus visigodos, la tomó y saqueó el año 410, causando el terror en todo el imperio, pues nadie podía sospechar tal desgracia a la ciudad que había sido la señora del mundo durante tantos siglos.

Después de la victoria sobre Italia, los visigodos subieron hacia las Galias, Francia, y penetraron en España, de la que se harían dueños con otros pueblos bárbaros.

Los ostrogodos entraron en Italia. Odoacro, jefe de los hérulos, el año 476 depuso al último emperador, Rómulo Augústulo, con lo cual cesó definitivamente el Imperio en Occidente. Pero Teodorico, rey de los ostrogodos, venció a Odoacro, se adueñó de todo el norte y en el 493 instaló un reino independiente con capital en Ravena, aunque mantuvo buenas relaciones con Constantinopla, Capital del Imperio en Oriente.

Los vándalos eran, entre los bárbaros germanos, los más feroces y los que más estragos causaron. De ellos viene hasta nuestros días la palabra vandalismo. Las Galias, España, Italia y el Norte de Africa conocieron bien su salvajismo. En España, de donde saltaron a Africa, se instalaron en el Sur. Desde España pasaron a Africa bajo las órdenes de su terrible jefe Genserico, sembraban por todas partes el terror y acababan, en cuanto podían, con la religión, al revés de los otros pueblos bárbaros. De Africa saltaron a Italia, y el año 455 llegaban a Roma que en quince días quedó deshecha.

Los francos y borgoñones se instalaron en las Galias e hicieron de Francia una nación privilegiada. Lo veremos al hablar de la conversión de los nuevos pueblos a la fe.

Los anglosajones constituían varios pueblos germanos que invadieron Britania, o Inglaterra. Eran reinos independientes y recibieron el nombre común de anglosajones.

Los hunos, finalmente, deberían ocupar un gran puesto en la Historia, porque fueron los primeros causantes de las invasiones de los bárbaros en el Imperio. Asiáticos, y no germanos, los hunos invadieron Europa, pero hubieron de luchar contra los otros pueblos que al final salieron victoriosos. Atila, su jefe, era el salvaje máximo, apellidado con acierto “el azote de Dios”. Cuando ya en Italia se lanzaba sobre Roma, que hubiera desaparecido materialmente bajo el furor de sus hordas, le salió al encuentro el papa San León Magno. Habló con él, lo amansó, le convenció, y dicen que Atila dijo al marchar: “Sé vencer a los hombres, pero un león ha sabido vencer al conquistador”. Murió Atila al año siguiente, el 453, se dividieron los hunos y se alejaron para siempre.

 

Haciendo un poco de filosofía de la Historia, se ve claro el designio de Dios. El Imperio había llegado a una corrupción muy grande y la sociedad necesitaba una regeneración desde la raíz. La solución estaba en aquellos pueblos bárbaros, semisalvajes, idólatras, pero sanos física y hasta moralmente. Lo reconocía el escritor Tácito, romano pagano. Comparando las costumbres de los bárbaros del Norte, los Germanos, con las de Roma, escribía: “Nadie allí se ríe del vicio; ni el corromper ni el estar corrompido es una moda”. Cultivaban el amor a la familia, eran considerados con la mujer, y el padre de la familia y el jefe de la tribu constituían la autoridad no desmentida. Con costumbres sanas, adoptaron de hecho muy pronto el Cristianismo. Los monjes de los monasterios les enseñarán el trabajo y aprenderán a deponer su afán por las armas.

 

Mirada la fe cristiana, se había formado ya una Iglesia por lo visto algo pujante entre los godos, situados al Este del Mar Negro, de modo que en el Concilio de Nicea el año 325 se halló el obispo Teófilo como titular de Gothia. Y después, un ardiente apóstol godo, llamado Ulfilas, extendió mucho el cristianismo entre su pueblo y hasta llegó a traducir la Biblia al idioma de los godos.

 

Aunque, por desgracia, este Ulfilas ─lo decimos de una vez por todas al hablar de estos pueblos invasores─ era arriano, y los nuevos pueblos abrazaban casi todos el cristianismo en la fe arriana en su forma moderada, el semiarrianismo, y hubieron de pasar más de doscientos años hasta desaparecer la herejía por completo. Hay que tener presente con estos pueblos ese principio muy sabido en la historia de que los pueblos siguen la religión de su rey, del que los manda. Las naciones europeas que van a surgir entrarán en bloque dentro de la Iglesia, nada más vean, cada una a su rey, recibir el bautismo. Todo se va a producir entre los siglos V y VII, desde el inicio del 400 al final de los 600. Con estas gentes así convertidas se formará la Edad Media, tan llena de defectos como de glorias cristianas.